"Un gran poder conlleva una gran responsabilidad"
Lejos de la gran Tenochtitlán, dónde la oscuridad apodera las profundas selvas. Dónde el viento lleva los aromas de la sangre alertando a todo aquél que se acerque a las olvidadas puertas del inframundo, custodiadas por el dios de la muerte Miclantecuhitli. Un hombre de piel canela, cubriendo su rostro con una mascará de broce, se acercaba a este enigmático lugar ayudado con una pobre antorcha de fuego para mirar su camino. Observaba con total atención el lugar, esperando que ningún otro hombre le siguiera hasta este punto.
Con sumo cuidado entró por una pequeña grieta que estaba a un costado de las inmensas puertas de oro que daban inicio al camino del inframundo, apresuraba su paso para andar adentro, ya que la luz de su antorcha no podía durar hasta mitad de su camino. Ya que podía llamar la atención de su guardia y señor, porque sus intenciones no eran solo para darle ofrenda, sino su meta era llevar un pequeño mensaje a uno de los dioses sirvientes que solía reclutar Mictlantecuhitli.
Mientras más se adentraba, la temperatura del lugar iba descendiendo a tal grado que era muy incomodo para el joven, pero un viento fuerte hizo apagar en un abrir y cerrar de ojos su única ayuda para caminar en la oscuridad. Rápidamente fue al suelo en busca de un par de rocas para encender su antorcha, pues aún ni llegaba a la mitad de su destino. Pero una llamarada azul fue en dirección en contra de él. Cómo pudo se arrojó esquivándole, sin embargo, unos pasos lentos empezaron ir a su encuentro.
Aquél piel canela, de inmediato se colocó en reverencia, agachando su mirada hacía el suelo. No tenía miedo a lo que viniera, porque sabía perfectamente de quién se trataba. Un par de pies adornados con bellas joyas de oro se detuvieron frente de él. Lentamente levantó su mirada para toparse con un joven apuesto de cabellos oscuros, pintados por las cenizas de su poder. Sus ojos brillaban cómo un par de estrellas azules, dando una clara señal de lo poderoso que era. en su cuerpo se podían ver algunas cicatrices de quemaduras, pero para quitarles su horripilante apariencia, estaban decorados con metales preciosos. Dignos de una imagen de realeza.
-¿Quién se atreve a molestarme?- respondió con voz ronca aquél apuesto joven.
-Mi señor, lamento mi intromisión pero traigo nuevas nuevas de la ciudad de Tenochtitlán.
-A mí no me interesa nada que ver sobre lo que haga esa gente y el ridículo dios que tienen.
-Señor Dabi, tiene que ver con la visita inesperada de Tezcatlipoca y sobre la hija del...-una mano se posó en los labios del canela evitando que continuara con su mensaje. El ojiazul llevó su mirada al fondo del oscuro túnel. Un silencio vacío llenó todo a su alrededor.
-Sígueme...esa información no lo debe saber Mitlan.- el hombre solo asintió y siguió el paso del cabellos oscuros, quién lo guío a una pequeña habitación lejos del camino. El lugar estaba lleno de pinturas de sacrificios y batallas antiguas llenas de sangre. Del techo colgaban calaveras pintadas de colores simbólicos a las ciudades existentes en manos de diferentes dioses, en otros se podía ver cómo caían gotas de sangre fresca. Hierbas y brebajes de olores fuertes inundaban las mesas improvisadas, pilares de viejos pergaminos y libros de hechizos no podían faltar también. En medio de aquella habitación las llamas azules eran las responsables de iluminar aquél oscuro lugar.-¿Qué es lo que supiste de esa ciudad?
-Vino Tezcatlipoca mi señor, al parecer quería ver al señor Quetzalcoátl. Se desconoce la intención pero, a lo que escuché entre las voces de los fieles tiene que ver con la profecía de la hija del Sol. Al parecer no es una simple historia, si no que es real.
-¿Ya saben de quién se trata?
-No, pero muchos sacan conclusión de que sea una sacerdotisa del templo principal. ¿Quiere que me filtre para mayor información, mi señor?- el cabellos oscuros se quedó en silencio por unos segundos, sin embargo camino a una de sus mesas y busco con cuidado un libro de profecías. Siguió en sus búsquedas hasta que encontró uno con colores dorados, en su portada yacía un inmenso sol, una leve sonrisa se formó en su rostro y abrió para hojear su contenido.
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Estrellas del Paraíso (BHNA xTú)
Fiksi PenggemarEn la antigua era de la humanidad prehispánica, la fe en sus dioses eran inmensas y llenas de gratas bendiciones. Toda vida guiada en la luz y en el amor, siempre salvados de la perversidad de la oscuridad de los mortales falta de amor a la vida. La...