Mi hogar queda muy muy lejos,
tan lejos que solo en un ave podrías llegar a el.
Mi cama es blanca y esponjosa,
sueño en ella de día y de noche,
a veces con los ojos abiertos, otras cerrados.
Cuando me da hambre en la noche,
me levanto y voy a mi cocina de algodón,
estiro mi brazo y recojo un poco de polvos de estrella,
algunos rayos lunares,
y si tengo suerte una que otra estrella fugaz.
Me alimento de brillo, magia y deseo,
de ilusión, de lo ideal y lo irreal.
Es por eso que tan arriba vivo,
donde nadie me puede alcanzar,
donde nadie me puede lastimar.
Donde mi mejor amiga es la noche estrellada
o el cielo azul,
donde solo me pueden señalar desde la distancia
preguntándose qué forma tiene mi casa.
Tengo unas hermosas y grandes alas adornando mi espalda,
éstas solo me permiten subir y subir,
mientras más alto mejor.
Pero qué pasa cuando de improvisto un avión pasa por mi casa?
Cuando destruye todo a su paso,
cuando la realidad choca con mi realidad.
Es mi realidad real?
O acaso es solo mi imaginación?
Será el avión mi salvación de este mundo de fantasías y delirios?
Tal vez simplemente sea mi perdición,
o quizás ambas juntas.
Cuando las alas hechas de quimera y esperanza
empiezan a ver la cruda realidad,
un sentimiento de decepción empieza a florecer,
y de muy alto comienzo a caer.
Será sensato de mi dejarme descender sin aferrarme de algo?
De algún sueño o ilusión, de alguna idea o de ficción.
O será mejor aceptar la realidad,
y caer de bruces en ella,
lastimando mi cuerpo, mi mente y mi alma.
¿Qué hacer cuando todo lo que conoces
es producto de tu imaginación?
Cuando hasta tu existencia es una fantasía,
y tienes demasiado miedo de vivir tu propia vida.
ESTÁS LEYENDO
Poemas sin rimas y una taza de té.
PoesíaCompilación de escritos que escribo cuando escucho música en la madrugada.