Y ahí estaba yo; de nuevo despierta. ¿Por qué tenia que despertar? ¿No podía solo morir mientras dormía?
Tapé mi rostro con la almohada y deposité un leve grito de agonía. Escuché unos pasos subiendo por las escaleras y me preparé para que no me entraran ganas de asesinar a alguien.
—¡Bueno días, Deeni!—gritó mi madre quitándome la cobija.
—¡No me las quites!—le grité—. Y no me llames Deeni, suena súper ridículo.
Melissa terminó de quitarme la cobija, abrió las cortinas y ventanas y volteó a verme.
—Venga, al instituto, hija. El desayuno está en la mesa, guárdalo—se dio la vuelta pero antes de salir volvió a voltear—. Ah, eh, una tal Yaiza está abajo, dijo que te buscaba. Adiós, hija.
—Adi—no logré terminar la palabra porque cerró la puerta.
Me levanté, me fijé que nadie veía desde las ventanas y cerré las cortinas y me desvestí. Me dirigí al closet para buscar una vestimenta adecuada. Ya llevaba yendo dos semanas a clases, ¿por qué siempre era tan complicado escoger la ropa? Terminé optando por una playera blanca básica, una chaqueta de cuero negra, pantalones jeans y unas botas.
A mi pelo no le hice nada, ¿para qué? Si parecía dora la exploradora peinada o no, así que lo dejé como estaba. Me puse máscara de pestañas, rubor y un delineado.
Bajé las escaleras, fui a la mesa a guardar mi desayuno en mi lonchera y me encontré con David, mi padre, que estaba recogiendo sus cosas para irse a trabajar.
—Ehh, me voy al insti, papá. Adiós—él solo asintió con la cabeza y yo me di la vuelta.
Me dirigí hasta la puerta y cuando la abrí me encontré con Yaiza.
Yaiza era la única persona que me caía considerablemente bien en esta maldita ciudad. La conocí justo el día que entré al insti, se sentó a mi lado, me dijo que qué tal estaba y yo casi la apuñalo con un lápiz, pero eso era solo una prueba para saber si podía ser mi amiga, je, je.
—¿Qué tal estás?—me preguntó mientras caminábamos.
—Respirando—respondí, sin más.
—Oh.
Estuvimos todo el camino en silencio hasta que llegamos al maldito infierno: el insti. No un insti cualquiera, no, un insti lleno de pijos, jugadores de hockey, bailarinas de ballet y las cosas más delicadas, costosas y perfectas que pudieras imaginar.
—Bueno... mm, nos vemos en la salida. Bye—se despidió Yaiza.
A veces me daba pena, es decir, ella se esforzaba tanto en caerme bien, pero yo era tan... como explicarlo... me valía tanto mierda todo... no buscaba hacer amigos. Menos provenientes de esa ciudad donde todos eran títeres controlados por el dinero y el poder.
Entré a clase y me dirigí al fondo del todo y me senté en la mesa del lado de la ventana.
Dios, que ganas de tirarme por ella tenía.
Saqué un libro y me puse a leer, ignorando completamente no sé qué carajos decía la profesora. Me sumergí tanto en mi lectura que me olvidé completamente que estaba en clase pero volví a la realidad cuando algo llamó realmente mi atención.
—Bueno, alumnos—comenzó a hablar la señorita Salas—. Hoy me alegra comunicarles que tenemos a un nuevo alumno que se mudó hace poco a esta hermosa ciudad. Démosle la bienvenida.
Entró un chico alto, muy alto, de pelo negro, con chaqueta de cuero y un montón de anillos. No parecía ser uno de los pijos típicos de esta ciudad, parecía... interesante.
—Mm, preséntate—le animó la profesora.
—Hola—habló bastante bajo, con una voz ronca—. Soy Kai Weston.
—Bienvenido, Kai—dijeron todos al unísono.
¿Ya entienden cuando digo que eran raros?
—Toma asiento, Kai—indicó la profe.
Él también se dirigió al final y se sentó a un puesto después de mí.
A mi puto lado.
Seguí leyendo mi libro como si nada, aunque el hecho de que estuviera tan cerca me estresó. Odiaba el contacto físico, no me estaba tocando, pero podía sentir como si lo hiciera.
Miré a Kai de reojo pero centré mis ojos en el libro de muevo cuando noté que también me miraba.
¿Tan raro era para él y para mí ser los "diferentes"?
****
Pasadas unas horas, ya era tiempo de volver a casa. Yaiza siempre aparecía cuando era hora de irnos, pero esa vez la esperé y esperé, pero no llegó, por lo que decidí irme sola.
Seguí el camino de siempre, recorriendo unos cuantos árboles que brotaban de la acera. Empecé a percibir unos pasos atrás de mí, como si alguien me siguiera. Comencé a caminar más rápido, y más, y más, pero los pasos no cesaban.
No me daba miedo enfrentarme a algún baboso violador, pero prefería no hacerlo. Crucé rápidamente la calle donde finalmente estaba mi casa. Empecé a sacar las llaves de forma apresurada porque volví a escuchar los pasos y más rápidos hasta que pararon, todo quedó en silencio.
Decidí voltear lentamente y pegué un salto cuando choqué contra el pecho de Kai; el nuevo alumno de mi clase.
—¡Joder!—exclamé del susto—. No hagas eso, por Dios.
—Lo siento—se disculpó—. Soy Kai, por cierto.
—Lo sé, Kai—enfaticé su nombre—. Sabes que estamos juntos en clase.
—¿Ah, si?—frunció el ceño.
—Pero si me estabas viendo en clase—yo también fruncí el ceño.
—Oh, ¿eras la del pelo vuelto mierda? Claro... como no me di cuenta.
—¡Oye!—me quejé—. No te permito que hagas bromas acerca de mi físico. A penas nos conocemos, idiota.
Levantó las manos en señal de paz.
—Muy bien, princesita. Ahora déjame pasar.
Ahora que lo tenía de cerca, pude ver sus ojos, eran marrones, pero muy claros, color miel. Tenía unas pequeñas pecas esparcidas por su nariz y mejillas. Cargaba también con unas ojeras bastante notables; probablemente de no dormir.
—¿Vale, te has quedado bugueada o algo?—volví a la realidad—. Que me dejes pasar, joder.
—La calle es jodidamente grande, puedes rodear la acera y listo.
—No.
—Sí.
—Quiero pasar por ahí. Por donde estás tú. Quítate.
—Que no.
—Que te apartes, Deena.
—Te dije que... ¿cómo sabes mi nombre?—fruncí el ceño de forma exagerada
—Lo he escuchado—soltó, sin más.
—Soy la rarita de clase, no soy popular, no tengo amigos, ¿cómo has oído mi nombre...
—¡Dios, cállate ya! Lo escuché y punto, ¿sí? Ahora te apartas.
—Oblígame.
Hubo un momento de silencio, un silencio muy incómodo, hasta que Kai sonrió y finalmente, rodeó la acera y se fue, sin decir nada más.
Eso había sido ecxitantemente raro.
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Ciudad De Cristal [EN PROCESO]
Teen Fiction¿Por qué demonios la gente tenía que ser tan perfecta? ¿Por qué tenían que ser tan frágiles y dramáticos? ¿Por qué tenía que ser una maldita ciudad de cristal? Deena Gilz era tan diferente, tan volátil y tan bohemia en comparación a aquellas persona...