Capítulo 2

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Que raro era aquel chico nuevo.

Que rara era su actitud.

Algo extraño había en él, y yo debía averiguarlo.

Terminé de comer mi plato de cereales en mi cama, y apagué el televisor. Me dirigí hacia la cocina bajando por las escaleras para lavar mi plato y guardarlo. David estaba en el ordenador trabajando, como siempre.

-Ehh, papá...-comencé a explicarle-me preguntaba si podías darme algo de dinero, planeaba salir un rato esta tarde.

Él ni se inmutó en subir la cabeza.

-Deena, no puedo mantenerte toda la vida-su voz ronca hizo eco por toda la sala-. A ver si te pones a trabajar o algo.

-Papá, tengo 17. No puedo trabajar, soy menor...

-¡Me da igual!-pegué un salto, su voz fue alta. Esa vez si me miró-. Habrá alguna forma. No vuelvas a pedirme dinero.

Sacó su billetera y me dio un billete de 5 dólares.

5 dólares. Con eso no compraba ni papel higiénico.

No iba a pedirle más. No debía hacerlo enfadar. Subí las escaleras en busca de mi madre. Tal vez ella si me daría. Entré a su habitación y ella estaba tejiendo un suéter.

-Mamá...

-Ya sé que vienes a pedirme dinero-me cortó-, y no tengo.

Apreté tanto mi mandíbula que sentí que se destrozaría. Porque no, no me entristeció, me enfadaba tanto que fueran tan egoístas. Ganaban bien en sus trabajos, ¿por qué nunca me daban nada? Pero no me quedé de brazos cruzados. Necesitaba dinero.

-Bien. No me den, papás-lo grité, tan fuerte como para que ambos, tanto mi padre desde abajo, como para que mi madre escucharan-. El karma existe, ¿saben?

Vi como Melissa volteaba los ojos.

Señora bruja.

Me fui a mi cuarto para vestirme. Se supone que no iba a salir a esa hora, es decir, eran las 8:23 a.m, ¿quién quedaba a esa hora? Además, ¿que hacía despierta tan temprano? Claro, el maldito insomnio. Salí de mi cuarto, con pisadas fuertes. Quería que se dieran cuenta de que me iba.

-Deena-comenzó a llamarme mi madre, yo no me inmuté-, ¡Deena! ¿Quién te dio permiso para salir?

-¿Acaso lo necesito?-pronuncié mientras bajaba por las escaleras.

-¡Hey!-me tomó del hombro y me volteó-. No hagas esto, Deena.

-¿Hacer qué?-me sacaban de mis casillas-, ¡¿Eh?! ¿Intentar quedarme con algo de dignidad que ustedes me quitan?

-Deena...

-No, ¡no, mamá!

Terminé de bajar rápidamente las escaleras e intenté salir, pero choqué contra el pecho de David.

-Permiso...-le pedí.

-No vas a ningún lado-expresó, con decisión.

Estaba tan cundida de ira. Estaba echando fuego. ¿Por qué tenían que tratarme de esa forma? Tenía 17 años, era madura, sabía cuidarme por mí sola, pero no. Ellos no paraban de denigrarme y de cuestionarme.

-¿Qué creen que van a lograr con no permitirme salir, eh? ¿O con no darme dinero?-dije mirando a David, pero sabía que mamá estaba atrás escuchando todo-, ¿creen que así van a hacerme superar lo que pasó...?

-Basta, Deena-me advirtió el pelinegro frente a mí-. No hagas esto.

No podía controlarme más. Subí las escaleras tan rápido como pude y me encerré en mi cuarto, puse la música al máximo volumen. Abrí la ventana y bajé por el árbol, hasta caer en el suelo. Y corrí.

Ciudad De Cristal [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora