II.

711 123 6
                                    


**Gracias por el apoyo a la historia. Les dejo un poco más...**


–Así que la persona que ibas a invitar a mi fiesta era Chloe Valenti.

–¿Hmm? –Fernanda elevó sus ojos y encontró los de su hermano–. Sí. No sabía que la conocías...

–Prácticamente no –Ethan se sentó frente a ella–. Recuerdo que fui a su boda...

–¿De verdad? ¡Hace mucho de eso! No recuerdo si yo acudí... pero es una pena. Que terminara –aclaró.

–¿Su boda?

–Gracioso. Me refiero a su matrimonio con Guido. Realmente pensé que estaban enamorados. Y tienen una hija preciosa.

–¿Sí?

–Ajá. Es una lástima cuando una pareja así termina, ¿no te parece? Y Chloe no lo ha tenido sencillo. Por eso le pedí que trabajara conmigo y la invité a tu fiesta. Pensé que la animaría.

–Y no fue así –afirmó.

–Creo que no. Quiero ayudarla, pero... –se encogió de hombros, impotente.

–Algún día, eso de querer ayudar a todos, alegremente, te traerá problemas.

–Exageras, Ethan.

–Espero que así sea.

–No es como si tú te mantuvieras fuera de problemas.

–Pero sé manejarlos. Mira que hasta he logrado terminar un año antes mi carrera universitaria.

–Presuntuoso.

–Es la verdad –Ethan esbozó una gran sonrisa–. ¿Quieres que te ayude?

–¿Ayuda? ¿Con qué? –Fernanda arqueó una ceja–. ¿Por qué te interesa Chloe?

–Quiero ayudar, nada más.

–Hmmm...

–De acuerdo, como quieras –se encogió de hombros. Se despidió con un beso en la mejilla de su hermana y salió. No se fijaba por donde iba así que se tropezó con la persona a quien esperaba ver. Chloe Valenti.


***


Había sido una ingenua al pensar que un desayuno era una buena oportunidad para hablar. Y no, no que Guido fuera irrazonable. De hecho, aquellos últimos meses, desde que había conocido a su ahora prometida, se encontraba... bien. Volvía a parecerse el hombre del que una vez me había enamorado, lo que me hacía sentir extraña; además, siempre había sido un buen padre, así que no era razonable de mi parte negarme a su petición.

Y sin embargo... no me entusiasmaba la perspectiva. Enviar lejos a Fiorella, aun si solo fueran unas semanas me sentaba mal.

Bueno, quizás el problema, era yo.

De nuevo.

Me sentía inadecuada, egoísta y encima no había podido disfrutar de un desayuno que se veía delicioso. Así que también estaba hambrienta.

Y posiblemente retrasada al trabajo, como si esto no pudiera ponerse peor.

Apresuré el paso, con mi taza de café en la mano y rebuscando en el bolso la tarjeta de ingreso. No supe que iba a tropezar hasta que una mano me asió del brazo, mientras otra rápidamente estabilizaba mi café.

–¡Lo siento! No estaba mirando... –dije rápidamente, mientras alzaba la mirada y me encontraba con esa sonrisa que me hacía sentir incómoda e inadecuada, pero de una manera diferente y por razones totalmente incomprensibles a las que habían precedido evidentemente– por donde iba –completé y, vaya que me sentía idiota.

–No hay problema. ¿Estás bien? –Ethan inquirió, sin perder la sonrisa. Parecía sentirse muy satisfecho, por lo que sea lo hubiera traído hasta ahí. Asentí–. Bien. ¿Tienes un minuto?

–De hecho, no. Estoy retrasada –respondí, aunque probablemente no debería continuar ahí parada, aumentando mi tardanza.

–Ah –apartó sus manos–. Que tengas un buen día.

–Ojalá fuera tan sencillo –murmuré y asentí, alzando la voz para añadir–: Tú también.

No, no sería un buen día. De hecho, no serían unas buenas semanas. Porque había decidido acceder a la petición de Guido, evitar así más discusiones y, sí, ¿por qué no? pasar mi cumpleaños sola.

–Fernanda, buenos días. Disculpa la tardanza, yo...

–Chloe, no te preocupes –respondió Fernanda con una leve sonrisa cuando entré a su oficina–. ¿Está todo bien?

–Sí, solo que... –suspiré–. No es nada. ¿Puedo ayudar en algo?

–De hecho, sí. Saldré a un viaje rápido y no podré asistir a una cena benéfica que se presentó a último minuto. Será al final de esta semana. ¿Podrías acudir?

¿Una cena ese día? ¿Por qué precisamente ese día?

No importaba. Asentí e intenté esbozar una sonrisa. Después de todo, Fernanda seguía siendo mi supervisora y no estaba solicitando nada fuera de lo normal. Tarde o temprano, tendría que volver a la vida social, o al menos pretender que eso hacía.


Encuentros (Sforza #3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora