IV.

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Terminaron de comer lo que habían ordenado y, dado que la noche no estaba demasiado fría, decidieron pedir un helado para compartir. Dejaron de lado temas complicados, centrándose en bromear y contar aquello que hacían en su vida diaria. El trabajo, los estudios, la rutina que a nadie más que a una pareja que empezaba a conocerse le interesaría.

–Si fuera cualquier otro día, probablemente no habría aceptado –señaló Chloe, mirando con curiosidad la mano que Ethan estaba sosteniendo mientras caminaban de regreso al auto–. Ethan, debo confesar algo.

–Adelante.

–Hoy es mi cumpleaños –dijo, dejando de caminar–. Y, no han sido los mejores días para mí... confieso que no sé que sucede conmigo. Normalmente no... –cerró la boca de golpe, respiró con fuerza y continuó–. Ethan... –giró para mirarlo de frente. Él ya la había estado observando desde que se detuvo en el camino–. Lo siento.

–¿Chloe...? –empezó a preguntar, confuso, antes de sentir como los labios de ella se posaban sobre los suyos. Se había disculpado porque iba a besarlo, aparentemente.

La confusión del primer momento dio paso rápidamente a la emoción de experimentar algo que pensó no sucedería. Ethan la acercó hacia él, la estrechó contra sí y se aferró a ella. Quizá luego le parecería una reacción excesiva, pero en ese instante, solo quería tenerla más cerca, un poco más, más tiempo. No quería que Chloe lo dejara.

Eso, ese último pensamiento logró que fuera aflojando su agarre y poco a poco el beso fue terminando.

–Ethan, probablemente te estés preguntando qué... yo... no... –Chloe habló después de unos segundos que se separaran, primero de golpe y luego atropelladamente. Se veía aturdida–. Esto no... no es lo que esperaba. Lo siento.

Ethan intentó descifrar a qué exactamente se refería. ¿No es lo que esperaba? ¿Qué exactamente? ¿Besarlo... o el beso en sí, como había sido?

–No hay nada que sentir, Chloe.

–¿Cómo no?

–¿Crees que hay algo que sentir? –preguntó, curioso.

–No. Es decir, sí... si tú lo sientes.

–Lo único que siento es que haya terminado, Chloe.

–¿Qué?

–Ven –la tomó de la mano y avanzaron hasta el auto–. Entra –dijo, abriendo la puerta– hace frío.

–Ethan... –murmuró, pero él se limitó a sonreírle brevemente antes de cerrar la puerta e ir hasta el otro lado del coche para subir–. Yo...

–Chloe, me gustas –dijo, una vez estuvo frente al volante–. Lo dije, ¿recuerdas? –frunció levemente el ceño–. Sabes... retiro lo dicho.

–¿Cómo?

–Chloe –se giró hacia ella y posó las manos sobre sus hombros–. Esto no ha terminado.

–¿Ethan? –Chloe lo miró fijamente al susurrar su nombre.

–No aún, Chloe. No ha terminado aún –aseveró, antes de inclinarse hacia ella y besarla. Esta vez, no estaba sorprendido y, por mucho que no entendiera por qué, no pensaba reservarse nada. Tenía a Chloe Valenti en sus brazos y esta noche apenas estaba iniciando.

Cuando se separaron, los dos sonreían. Ethan puso en marcha el vehículo y se dirigieron a un parque popular de la ciudad. Caminaron, charlaron, rieron, se tomaron de la mano y lucían como una pareja más de las que transitaban por el lugar. Nada especial, algo rutinario, solo que no lo era. Para ellos, era una noche que quizá no podría repetirse.

Encuentros (Sforza #3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora