Capitulo 3

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𝐋𝐥𝐨𝐯𝐢𝐳𝐧𝐚


Un ligero y familiar aroma a vainilla inundó mis fosas nasales.

La suave brisa que entraba en la habitación apenas removió un poco de mis cabellos, aunque si me provocó unos ligeros escalofríos que recorrieron mi espalda.

—____, despierta —mis sentidos se sensibilizaron en cuanto escuché mi nombre—. ____, anda despierta, dormilona. 

Abrí con pesadez mis párpados que rápida e inexplicablemente se acostumbraron a la iluminación natural que brindaban los fuertes rayos del sol que se colaban por la ventana y que alumbraban con claridad la antigua recámara que compartía con Eric cuando vivíamos en la casa de nuestros padres.

Me mantenía recostada en la cama individual que antes poseía, siendo cubierta sutilmente por mi manta de rayas purpuras y azules, un regalo de mi padre cuando cumplí los siete años. Con extrañeza me incorporé hasta quedar sentada para observar el lugar en donde me encontraba.    

La habitación no parecía haber cambiado aún con el pasar del tiempo. El color lila de las paredes se mantenían intactos, mientras que los dibujos que había hecho de pequeña permanecían en sus coloridos e infantiles marcos de madera blanca que hacían un buen contraste con los muebles del mismo color y temática, incluyendo la cuna de Eric que ahora se mantenía vacía. Mis osos de peluche de distintos tamaños y colores yacían sobre una repisa a lo alto de las paredes laterales, todos sin una sola pizca de polvo, casi intactos.   

Después de analizar mi pieza sentí una ligera opresión en el pecho, algo parecido a la nostalgia, esa que me hacía querer llorar sin razón aparente.    

—¿Ya por fin despertaste?

La voz se escuchó a un lado mío. Era cálida, agradable y también conocida o así me parecía. Inmediatamente mi cabeza se giró con tranquilidad hacía mi derecha, encontrándome con una hermosa mujer que al reconocerla sentí un gran remolino de emociones, tristeza en su mayoría.  

Sonrió como solía hacerlo —¿Ya despertaste? —volvió a preguntar. 

Mis labios se entreabrieron a la par que temblaban, me paralicé de tal manera que únicamente me pregunté si esto significaba mi deceso en el mundo de los vivos por lo real que se veía. Pensé en demasiadas cosas que al final solo consiguieron explotarme la cabeza de tantas emociones mezcladas.  

Llegado a un momento mis labios comenzaron a moverse por su cuenta, pero ni una sola palabra salió de estos por más que lo intenté, tampoco el más mínimo quejido que soltaba llamaba su atención, era como si mi voz estuviera silenciada, tal vez por la conmoción en la que aún me encontraba. Quería decir, recriminarle y desahogarme hasta llegar a mi limite, más no podía; ciertamente mis ojos fueron los únicos que pudieron hablar por si mismos al derramar gruesas gotas saladas que resbalan a cada nada de mis mejillas.

No era capaz de detallar su rostro porque las lágrimas me lo impedían, pero sabía muy bien que todas sus facciones, desde sus ojos color avellana hasta su cabello castaño oscuro lucían exactamente igual a como la vi la última vez.     

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⏰ Última actualización: Jun 18, 2022 ⏰

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Entre La Lluvia | 𝑳𝒆𝒗𝒊 𝑨𝒄𝒌𝒆𝒓𝒎𝒂𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora