Capítulo 5

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Anónimo

Llovía, estaba empapada, quería desaparecer, huir de él pero no podía, el me controlaba nada más se acercaba, muy pocas veces consigo evitarlo, cada vez es más poderoso. Me acercaba a mi escape, que tan solo duraba unos pocos minutos, la casa, su casa, la casa de ella.

Rodeé la valla y la salté, sabía que estaba en su habitación se lo había dicho, toque la ventana y la abrió, entré y la abrace.

- Sabes que esto es peligroso- le dije.

- Lo se, pero no puedo cargar con la culpa con lo que sufres.

- Sabes la manera de acabar con esto.

- Es difícil, tan solo tengo 11 años no puedo saberlo con exactitud.

- Se que tu puedes, tan solo tienes que...

- Es complicado – me interrumpió - además no puedo hacer una parte porque si mal no recuerdo yo sufro por ti y no puedo fingir.

- Lo se, intento que no sean tan dolorosos, pero lo hace a propósito para que esta maldición dure lo más posible y el pueda salir ganando. - me abraza – necesitaba huir, por eso he venido aquí.

- Lo se, siento no poder ayudarte, de verdad que lo siento – dijo mientras se limpiaba las lágrimas.

- Ayudarme – me reí – no tienes porque ayudarme, soy yo la que complica la vida.

- Vas bien si no hubiera entrado en esa casa...

-No pienses en los y si... o que hubiera pasado si... ¡No! El pasado pasado está y no puedes encerrarte en el porque no te va a servir de nada, todo el mundo avanza mientras tu buscas soluciones a cosas que uno no las tienen y dos que ya han pasado, entiendes.

- Si, pero si yo sola no puedo con el, si no puedo cumplir esa condición, ¿que hago?¿ hay otra manera?

- Más quisiera, pero no, es el trato que el te dijo o...

- ¿O que?

- O matarlo.

Se calló, para ella eso era una idea descabellada, ella deseaba hacerlo pero no podía , no se atrevía y yo, la verdad es que no me atrevía mucho, así que esa idea estaba tachada, si lo mataba ella caía en ella su culpa, si lo mataba yo también. Era una escapatoria sin salida, yo no quería que ella fuera la causante de ello, no había otra manera, siempre sería su culpa, a no ser, ¡claro!, había que convencer o más bien manipular a alguien a que lo matara y así ninguna tenía la culpa (algo se me tiene que pegar del capullo que me manipula).

- ¿Que haces? - su voz era casi un susurro, no supe el porque hasta que vi lo que hacían mis manos, la estaba cogiendo del cuello, podía respirar, no estaba apretando, sino que era más bien un aviso. La solté. Nos miramos confundidas, hasta que me di cuenta de quien podía hacer eso.

- Ha vuelto – suspire.

- Esta cerca, corremos peligro, ya puede volver a controlarte.

- Es mejor que me vaya – la abrace – te echaré de menos, cuidate, hablamos.

- Vale, y tu.

Salí al camino con las lágrimas llenando mi visión, comencé a llorar, quería que esto acabara, quería volver a estar como antes de todo esto, eramos una hasta el día de la casa del bosque, nos dividieron en dos y solo nos podríamos juntar hasta que la maldición se fuera, ¿cuando? Por lo que puedo observar nunca, solo habían dos opciones, una que jamás se podría cumplir, ya que para que ella fuera ella misma necesitaba la parte de personalidad que se le quitó, ¿como lo se? Lo he aprendido en estos años, además de escucharlo de él, y la otra, la otra bueno ya esta dicha de antes, ¿se hará? quien sabe.

Puede que de esta historia falten algunos matices así que aquí va la historia.

El secreto del caso HouseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora