Parte 1: Papá

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—¿Crees que nos ve?— pregunté al ver al pez acercarse

—No, no puede vernos. Pero créeme, él puede sentir que lo estamos mirando — contestó papá desde el otro lado del lago.

Tenía el agua hasta los muslos. Con una caña de pescar en mi mano, tiraba el anzuelo para atrapar un pez, al menos intentarlo.

—Papá, este es un pez enorme. Se está acercando, está dando vueltas alrededor de la carnada.

—Eso es, es todo tuyo, _______. Eso es, intenta ponerlo justo enfrente de él. Justo enfrente de él — papá comenzó a acercarse a mi.

—Me estás hablando y me estás distrayendo, papá.

—Bueno, no lo asustes — colocó sus manos en mis hombros — Vamos, allí.

—Aquí vamos. Es perfecto, míralo — dije sin apartar la vista del pez.

—Oh, lo está tomando. Mira, lo está siguiendo — ambos mirábamos al pez nadando hacia mi carnada como si fuera oro, sólido y valioso.

Casi en silencio, temiendo que cualquier ruido pudiera simplemente ahuyentar lo que sería mi primera pezca exitosa.

—¡Muerde, muerde, muerde! — repetía papá emocionado pero manteniendo la calma al mismo tiempo.

—¡Mordió, mordió! ¿Qué hago? ¿Dejo ir la línea? ¿La desenrollo? — comencé a desesperarme, tomaba la línea de la caña, la soltaba, la tomaba y así sucesivamente.

—No, que no cunda el pánico. Déjalo tomarlo. Si quiere tomarlo, deja que lo tome.

—Papá lo mordió — repetía feliz.

—Lo sé. Lo tienes, cariño. Vamos — seguía luchando contra el pescado que intentaba librarse del anzuelo — Bien, arrástralo lentamente. Agradable y lento. Sujétalo.

—Está bien. Está bien — hacia todo lo que me decía.

Justo cuando iba a tomarlo, la presión que hacia el pez se suavizó y la línea de mi caña de pezcar se rompió. Dejando huir al pez.

—Tienes que estar bromeando — dije al darme cuenta de lo que había sucedido.

—Eso está bien. Está bien. Hiciste todo lo que pudiste — papá intentaba darme ánimos.

—Esto es ridículo — tiré la caña hacia un lado, enojada

—Está bien. Hiciste todo lo que pudiste, a veces simplemente se escapan. Vamos, tomemos un descanso. 

—Si no puedo pescar un pez, no sé qué estoy haciendo aquí — dije saliendo del lago detrás de papá.

—Es mejor que trabajar, ¿no?

—¿Qué? — lo miré arrugando la frente con cierta burla en mi rostro.

—Dije que es mejor que trabajar.

—Eres un escritor, trabajas desde casa. No lo tienes tan difícil, papá.

—Aqui tienes — me pasó una lata de Coca-Cola. Yo la tomé, la abrí y tomé un sorbo.

Nos quedamos en silencio unos minutos, admirando la maravilla de paisaje que teníamos de vista. No había nadie más, solo el y yo.

—¿Sabes que? Realmente aprecio que hayas dejado a tus amigos para pasar un rato con tu viejo.

—No es como si me hubieras obligado a venir, Pa — lo miré un tanto confundida.

—No. Lo sé, pero lo valoro. Lo aprecio. 

—Yo lo aprecio igual — dije chocando nuestras latas de refresco.

—¿Algo de lo que quieras hablar? —hizo una pausa —Cualquier cosa... — interrumpí a mi padre con una gran y sonora carcajada —¿Qué? — preguntó confundido ante mi reacción — ¿Qué?

—No, perdón es solo que...¿Es este ese momento? Cuando...

—No importa — interrumpió. 

—No, no, este es ese padre e hija ...

—Olvida lo que dije.

—No, no — yo no podía parar de reír.

—Olvida que lo dije — alegaba papá una y otra vez extendiendo sus brazos al aire.

—No, si tengo algo, si tengo algo. Tienes buen ojo para esto — intenté ponerme seria — ¿No le vas a decir a mamá?

—No, no diré nada.

—¿No? Está bien, voy a tener un hijo. Si, sabes, tu pequeña está creciendo. Un chico me embarazó y me iré a vivir con él. Vive en Reno. No sé cómo voy a llegar allí, probablemente tendré que llevarme el auto de mamá. Pero viviremos juntos. Nos mudaremos a un parque de casas rodantes — papá alzó sus cejas mientras me escuchaba con atención — Sí, su nombre es Brayan y me encanta — lo miré apretando los labios para evitar soltar una carcajada.

—¿Si? ¿Es guapo? — preguntó siguiendo mi juego.

—Por supuesto.

—Bueno, eso es todo lo que importa — solté otra carcajada, a lo que mi padre se unió — Que encantador. — dijo entre risas —Vamos a pescar — tomó su caña de nuevo y se metió al lago una vez más — Voy a atrapar uno antes que tú.

—Sí, pero yo no te distraigo, así es fácil.

...

—No, mamá, de verdad, vacié el lugar. Literalmente todos los peces que nadaban en el río están en el maletero ahora mismo.

Papá y yo nos estábamos regresando a casa, yo iba conduciendo. Tenía una mano sosteniendo el volante y con la otra mantenía el teléfono en mi oreja.

—Estás bromeando — dijo mamá al otro lado de la línea

—No, no bromeo.

—Sí, ¿estás segura de que no fueron a comprarlos igual que la última vez? — reí.

—No, no. Ma, vamos. Sabemos que eres demasiado inteligente para eso. 

Vi por el retrovisor como una camioneta negra aceleraba su paso y me adelantó por la izquierda

—¿Y a este que le pasa? — la camioneta pasaba por nuestro lado a alta velocidad — ¡Cálmate, imbécil!

—¡Oye! — reclamó mamá al otro lado de la línea celular.

—No, no. Tú no mamá. Lo siento.

—Dame el teléfono — papá lo quitó de mi oreja y lo puso en la suya. — Hola bebé, deberías haberla visto hoy. Tenemos suficiente pescado para una semana.

—¿Cuánto tiempo tardarás en llegar?

—No sé. Aproximadamente... ¿una hora? — me miró 

—Cuarenta y cinco min...

—¡Cuidado!

Eso fue lo último que recuerdo que sucedió. El grito retrasado de advertencia de papá.

Al abrir los ojos una luz blanca me cegó por unos segundos, apreté los ojos varias veces y pude observar la habitación. Un hospital.

Solo el sonido del monitor y mi respiración.

Mamá apareció a mi lado, su cara llena de lágrimas y sus ojos rojos. También tenía unas ojeras prominentes, como si llevara varios días sin dormir.

Ella tomó mi mano y la apretó firmemente. No dijo ni una sola palabra, pero comencé a llorar como si en el interior supiera lo que ella no podía decir.

PARANOIA (Tom Holland y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora