Parte 17: Apoteosis

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...

Juntos salimos de la piscina. Ella se fue hacia su dirección y yo hacia la mia.

Entré a casa para buscar las llaves del auto e ir por la policía. Comencé a desordenar todo buscándolas. Cuando mas rápido necesitas algo, menos lo encuentras.

—¿Thomas? — ví a mamá en el lumbral de la sala — ¿Por qué estás todo mojado? — Yo solo seguí buscando las llaves sin tomarle mucha importancia — ¡Tom, te estoy hablando!

Me giré a ella y la miré casi en desesperación.

—¡Necesito las llaves del auto!

—¿De qué estás hablando? — ella se acercó — ¿Qué te pasó en la cara?

—Mamá por favor, solo dame las llaves del auto. Tengo que ir por la policía.

—¡Tienes que decirme que estás ocurriendo! — mamá me tomó por los brazos para detenerme.

Tomé una gran bocanada de aire y me tranquilicé.

—Solo dame las llaves, ¿bien? Te lo explicaré cuando todo esto acabe. Solo confía en mi — mamá me miró con los labios apretados, intentando no soltar un sollozo y me soltó.

Se tapó la mano con su boca unos segundos y tomó su bolso para sacar las llaves.

|•|

—¿¡Mamá!? — Estaba dentro de la casa de Turner buscando algún rastro que me llevara a mamá — ¿¡Mamá!?

Todo estaba escalofriantemente en silencio. Había tomado unas grandes tijeras de jardinería que había encontrado en el jardín de Turner y había partido el vidrio de la puerta trasera para entrar por ahí.

Busqué la rejilla de ventilación que aparecía en el video de Leyla e intenté mirar hacia adentro. Lo único que se podía ver era una especie de pequeño cuarto. Como una bodega.

Me levanté del suelo y comencé a golpear las paredes. Debía haber una puerta o armario oculto que me permitiera llegar allí.

Golpeé una de las paredes y esta se abrió. Miré hacia todos lados y entré.

—¿¡Mamá!? — encendí la luz del lugar. Este parecía una sala de urgencias.

Una mesa de metal a la mitad de la habitación, diferentes cuchillos, pinzas entre otras herramientas torturadoras.

Habían una especie de contenedores en la habitación. De esos que usan para guardar la cerveza, pero dudaba mucho que hubiera cervezas dentro de estos.

Me acerqué a uno de esos contenedores y los abrí. Solo un montón de hielo.

A un lado, en unos estantes habían unos tacones con una peluca de color rojo. Debajo de la peluca había una tarjeta de identificación.

—Es la mujer del bar — miré la tarjeta — Nunca se fue.

Moví el estante, y este ocultaba otro pasaje secreto. Miré hacia atrás una vez más y me adentré.

Llegué a una puerta que al abrirla daba hacia un especie de sótano. Todo estaba oscuro.

—¿¡Mamá!? — tomé una linterna que estaba en las escaleras del sótano y bajé.

El lugar era tétrico, había una repisa con tarjetas de identificación y licencias de conducir de varias mujeres. Como si fuera una repisa de premios.

El lugar emanaba un hedor fuerte y desagradable a medida que me iba acercando.

Comencé a escuchar unos quejidos. Casi jadeos.

Caminaba por todo el lugar. Al dar un par de pasos la madera del suelo rechinó y en menos de nada había un gran hoyo en el suelo.

—¡Maldición! — caí de espaldas para evitar caer en el hoyo.

Me levanté y miré hacia la gran zanja del piso. Alumbré con la linterna, había un gran pozo en el que flotaban cabezas ya en descomposición.

—Diablos, voy a vomitar — cerré los ojos con fuerza. 

Pasos en el piso de arriba se convirtieron en el ruido del ambiente. Agarré las tijeras con fuerza y seguí caminando hacia los quejidos.

Detrás de un muro me encontré con mamá. Ella estaba atada por las manos colgando de una viga del techo, tenía su boca envuelta en cinta.

Cuando me vio comenzó a quejarse más fuerte.

—Está bien mamá, estás bien. Te tengo — con las tijeras corté la atadura de sus manos haciéndola caer al suelo.

Cuando me agaché para ayudarla a levantarse, Turner la tenía sujeta por la espalda. El la lanzó contra unos estantes con herramientas, haciendo que el estante se rompiera y ella cayera hacia un lado.

Yo tomé las tijeras e intenté golpearlo con ellas. No teniendo exito por supuesto.

Después de varios forcejeos, en un movimiento rápido el tomó su cuchillo y cortó mi brazo. Me tomó y me estampó contra la pared de espaldas.

—Tu me obligaste — amenazó mientras me apuntaba con su cuchillo.

Mamá había podido tomar un destornillador del suelo y lo enterró en la pierna del hombre.

En el momento en el que se retorció y gritó de dolor, yo me giré y enterré las tijeras en su pecho con todas las fuerzas que quedaban en mi cuerpo.

Turner cayó al suelo y yo solo comencé a hiperventilar.

Mamá se acercó a mi y me abrazó.

Esta había sido la peor noche de mi vida.

...

Salimos de casa de Turner y la policía no se hizo esperar. Mamá me tomó de la mano con fuerza y me dio una sonrisa reconfortante.

Tom estaba hablando alteradamente con la policía. Ellos al verme subieron sus armas para apuntarme, haciendo que Tom girara a verme.

El corrió hacia mi y me abrazó fuertemente.

Los policías lo separaron bruscamente de mi, me tomaron por los brazos y me pusieron las esposas.

—Oiga, espere, ¿Qué está haciendo? No se la lleve.

—Oye, está bien — lo calmé — Está bien — el oficial seguía arrastrándome hacia la patrulla.

—No te preocupes, hijo — mamá puso su mano en su hombro y lo tranquilizó mientras el oficial me subía a la patrulla.

Tom solo me seguía con la mirada y una cara de impotencia.

Mamá le dio unas palmadas en el hombro y se subió a la patrulla junto a mi.

Esta noche aún no había acabado.

PARANOIA (Tom Holland y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora