DESPIERTA

Capítulo 1. Pérdida.

— ¿Qué es lo último que recuerda, señorita Rosie?

Tomo con mis torpes manos el lapicero para mis propias anotaciones. El ambiente es frío, a pesar de la calefacción. El aire ingresa por la ventana. Está nevando. Los copos de nieve son como una muestra de paz del cielo.

— ¿Recuerdos...? Solo imágenes en mi cabeza difusas y sin conexión.

— ¿Hay algo en específico que pueda nombrar? ¿Algún nombre?

— No. Ninguno.

— Ya veo.

Mi neuróloga parece seria. Espero no haber colmado su paciencia. Se para de la silla y va hacia la puerta. Ingresa una persona con ella, un hombre de tez oscura. Su placa indica que trabaja en psiquiatría.

— Señorita Rosie, déjeme presentarle a mi colega doctoral Andrew. Él va a hacerle unas preguntas para continuar con su tratamiento físico.

— Está bien.

Él busca la aprobación de mi neuróloga con una mirada. Prosigue entonces conmigo.

— Señorita Howard. ¿Ha presentado estados de confusión repentinos?

— No.

— ¿Y cómo está captando la nueva información? ¿Recuerda su plan de tratamiento hoy?

— Por supuesto. Fisioterapia, práctica de motrices y lectura.

Anota en su cuadernillo, acción que me da mala espina. La neuróloga mira con atención sus apuntes.

— Entonces, no recuerda su pasado. Sin embargo, no ha tenido comportamientos inusuales que puedan ser violentos o desinhibición. Usted muestra siempre calma.

— Me siento un poco intranquila, pero no puedo recordar qué lo causa.

El doctor se para y me estira la mano para que pueda yo levantarme.

— Rosie Howard. Tuviste una ligera lesión encefálica. Sin embargo, tu pérdida de memoria no es congruente a la profundidad de la lesión. Tampoco posees los síntomas respectivos. Eres capaz de razonar, responder mejor de lo que muchas jóvenes de tu edad lo harían. Para revisar de que no haya habido un problema cerebral se te hicieron pruebas y tus niveles son correctos.

— ¿Eso qué quiere decir?

— Que parece ser un tema del ámbito psicológico. Podemos verlo la doctora Jessica y yo, Andrew.