Prólogo

110 9 0
                                    

El frío toca mi piel por primera vez y un eco de voces extrañas palpita a mi alrededor.

— ¿Está despierta?

Al abrir mis ojos, me confunde una imagen desenfocada. Mi visión es imprecisa y no puedo ni moverme ni emitir palabra. Mi paladar está amargo. Los cosquilleos en mis articulaciones dificultan mi pensar.

— Comuniquen a su familia sobre su estado. Ha reaccionado.

Normalizo mi respiración a pesar del sentimiento de intranquilidad. No comprendo qué pudo traerme a esta situación, tampoco tengo recuerdo alguno. Una sensación de necesidad de una respuesta me agobia. No obstante, el cansancio me supera y cierro los ojos. Transcurre un tiempo más para cuando despierto nuevamente. Percibo a alguien a mi lado. Su mano encima de la mía se siente cálida, tal cual una bienvenida a casa. Su tacto me conmociona, es probable que lo he de conocer.

— Rosie, ¿me oyes? Soy tu hermano Alexander.

Mi hermano es a quien más amo, puedo recordar eso. Es con quien he compartido todos mis años de existencia. Tomo consciencia absoluta del mundo real y de que mi letargo profundo está por fin terminado. Aun no puedo ver bien. Aunque quisiera abrazarlo y llorar en sus brazos mientras lo estrecho, debo conformarme con saber que está aquí. No me siento más sola. Muevo mis dedos con dificultad causando solo un leve roce. Él entiende mis intentos y me habla.

— ¿Quieres comunicarte, Rosie? Puedes parpadear dos veces para decir que sí y una para decir que no.

Haciéndole caso, hago la primera acción.

— ¿Sabes quién soy?

Sí.

— Me hace tan feliz. – puedo percibir su sonrisa. – No sabes cuánto esperé por ti. Nunca perdí la esperanza, mi linda hermana.

Sí.

— Eres la persona más importante para mí. Vamos a luchar juntos y vas a recuperarte pronto. Ya lo verás.

Sí.

— Te amo, hermanita.

Sí. Yo más.

— Vas a hacer terapia, tu visión será cada vez más clara. Poco a poco lo lograrás. Tus habilidades motrices están tiesas, pero es práctica. Volverás a caminar.

Me habla con paciencia haciéndome recordar los años de nuestra niñez como el triste episodio cuando nuestra madre nos abandonó en aquel parque de diversiones. Después de eso, acudimos a la policía por estar perdidos, contactaron a nuestro padre. Él nos recogió y nos llegó a vivir a su pequeño apartamento. Nosotros nos atendíamos por nuestra cuenta, él debía trabajar duro por ambos. No supimos más de nuestra progenitora. Alexander y yo solo contábamos el uno con el otro. Yo soy la niña de sus ojos y él mi protector.

— Todo ha estado bien. Nuestro padre no ha podido venir porque está trabajando en el extranjero. Sin embargo, estuvo al pendiente de ti, Rosie.

Me narra su vida. No está estudiando, aun así, lo haría en un futuro. Nuestro padre está en una oficina en Japón. Su trabajo es más riguroso que antes, por lo que no puede viajar hacia aquí en severos meses. Ambos gozan de buena salud, ¡gracias al cielo! Alexander dice que venía a verme a diario, que ponía nuestra música favorita para disfrutarla juntos. Me calma el corazón pensar que no perdió la fe y no me dejó en el olvido.

Las horas trascurren a velocidad, el horario de visita concluye y le indican que debe volver a casa. Alexander besa mi frente en despedida, no veo, pero me percato de su pena. Al quedarme sola, me concentro en mis recuerdos. ¿Cuánto tiempo he estado en este lugar, postrada en esta cama? No me lo dijo en ningún momento. Estoy ansiosa por hacerle tantas preguntas y, sobre todo, poder observar sus ojos llenos de sueño, su brillante sonrisa y su gran vibra feliz. Cuando recupere la visión, la vida lucirá de otra manera. Aunque haya perdido mi identidad, podré regresar con esfuerzo a la normalidad. 

DESPIERTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora