"El Descanso Del Kamar"
Habían transcurrido varias semanas desde que esos malditos Vulturistas atacaron a mi abuelo Mesto, ni siquiera sabía si lo habían asesinado o raptado. No tenía ninguna información sobre lo ocurrido.
El día que llegué a Genaldia había transitado por esos caminos oscuros del bosque durante un leve intervalo de tiempo, hasta que un grupo de ancianos, con túnicas y blancas barbas largas me encontraron y me acogieron justo como el abuelo había declarado.
El que parecía el mayor de todos, se hacía llamar Groto, y me informó que su pequeña hermandad llevaba por nombre Ocotilos y que eran una especie de hermandad secreta, solo se reunían bajo desesperadas circunstancias que estuviera atravesando algún miembro de la misma.
Sí debían ser muy decorosos con todo lo que incumbiera a los Ocolitos, nunca había escuchado al abuelo mencionar el tema, ni siquiera alguna ligera mención en un libro.
En Genaldia todo transcurría como recordaba de mis intrascendentes viajes aquí.
Cuando se llegaba el final del camino que atravesaba el bosque completo podías apreciar este pequeño poblado, para algunos un triste y aburrido suburbio y para otros felices hogares en los que compartir sus vidas junto a sus seres más preciados.
Las calles eran de tierra, aplanadas por algunos carruajes o carretones que las transitaban. También ayudaban a su aplastamiento los innumerables jinetes en sus enormes larballos que como había dicho son ingentes y mansas bestias, considerados la forma de viajar más fiable y segura. Además de ser la más usada. Estos son la unión de caballos y lagartos, animales del primer y antiguo mundo.
En las orillas de las carreteras de tierra crecían hierbajos verdes que se iluminaban con la luz del Sol y esta misma hacia florecer junto con las incesantes lluvias la mayor parte del año en esta región de Los Arribos, todas las enredaderas que crecían por las paredes y techos de las chozas con chimeneas humeantes.
Los hogares de estos humildes seres eran todos casi réplicas exactas. Con excepciones de algunos que parecían más gastados y otros más nuevos y con leves diferencias que los hacían únicos. La mayoría contaban con dos pisos, en los pisos inferiores montaban algunos sus solapados y tortuosos negocios mientras que otros eran estancias más agradables.
Todas las chozas eran de madera, maderas fuertes y resistentes para los vientos que venían de la mano con las intensas lluvias.
Algunas mujeres vestían harapos a los que llamaban vestidos y los lucían como si fuera la mejor tela de osanos (oso-gusano). Y casi la gran mayoría de ellas se decidían por usar ropas de cuero, pantalones y gabanes o túnicas con capucha cómodas para cazar y alimentar a sus hermanos menores o familiares enfermos que hacían que todo el peso de la casa callera sobre ellas.
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El Último Heredero [EN PROCESO]
FantasyArio Di Vemus, último heredero de la familia Di Vemus. Ha vivido desde que era un bebé en la apartada choza en el bosque junto a su abuelo Mesto, el cual se ha encargado de enseñarle magia, hechizos y tácticas de lucha. Todo para prepararlo para un...