Capítulo 4

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—Anna, tienes un poquito de helado en la barbilla.

Hans se acercó cuidadosamente a mí y limpió despacito mi barbilla con una servilleta limpia.

—Mejor así —añadió al terminar con una encantadora sonrisa.

—Gracias...

Debía reconocerlo: Hans era un chico apuesto, agradable, atento... Si no acabase enamorada de él, probablemente sería la mujer más tonta del mundo.

Volvió a su sitio y continuó picando lechuga mientras Olaf pelaba minuciosamente una enorme zanahoria.

—Olaf, ¿de verdad crees que es necesario pelar la zanahoria? Son frescas y están limpias, no pasa nada por comerse la piel— le dije a mi querido amigo intentando ahorrarle el trabajo extra.

—Sabes que no puedo. Es superior a mis fuerzas. O pelada o nada.

—Como quieras, pero tu pelas las tuyas. Los demás nos las vamos a comer así.

—Eso nunca ha sido un problema para mí.

Cuando acabamos de preparar la comida, Olaf seguía perfeccionando el pulido de su preciada zanahoria y todos esperamos pacientemente a que acabase mientras nos rugían las tripas.

—¡Por fin está perfecta!

—¡Ya era hora! —le dije aburrida ya.

—Merece la pena la espera —dijo Sven acercándose a Olaf con una sonrisa pícara y cogiendo su zanahoria sin ningún tipo de mimo.

—¡Ey! ¡Ésa es mi zanahoria! —protestó Olaf ante el descaro de Sven.

—Lo sé —dijo guiñándole un ojo a Olaf y dándole un buen mordisco a la hortaliza mientras salía de la cocina.

—Oh, está bien —contestó calmadamente Olaf para sorpresa de todos los presentes.

—¿Qué mosca le ha picado? —preguntó Kristoff mirando extrañado hacia la puerta por la que había salido Sven.

—Olaf... ¿no estás enfadado? —pregunté sin entender nada.

—No, creo que no —contesto él mirando la superficie vacía de la mesa.

—¿Por qué?

—Porque a él siempre le han gustado más con piel.

Olaf se levantó y salió también de la cocina listo para ir a comerse su ensalada sin zanahoria.

—¿Vosotros entendéis algo? —preguntó Kristoff con la misma cara de desconcierto que teníamos Hans y yo.

—Nope —dije yo.

—En absoluto —dijo Hans también.

—Vale —añadió Kristoff encogiéndose de hombros dando por finalizada la conversación—. ¿Vamos a comer?

—¡Claro!

La comida transcurrió con total normalidad como si nada extraño hubiese ocurrido, por lo que la conversación se fue animando rápidamente. Poco a poco, fueron surgiendo divertidas anécdotas de cuando Sven y Kristoff eran niños con las que todos nos reímos hasta llorar. Sin embargo, los recuerdos fueron siendo de un Sven y un Kristoff cada vez más mayores y, las múltiples exnovias de Sven, fueron empezando a aparecer en la conversación.

—Y, ¿recuerdas a Emma? —dijo Sven en la cima de la conversación.

—Agg, sí. Odiaba a esa mujer. No sé qué viste en ella —contestó Kristoff con cara amarga.

—Vamos, nunca te ha gustado ninguna de mis novias...

—¿Acaso alguna te ha hecho feliz?

—Touché.

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