Capítulo 1

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 —¿Llevas la crema para el Sol?

—Sip.

—Y, ¿repelente para los mosquitos?

—También...

—Y...

—Elsa, tranquila. Voy a estar bien.

—Pero...

—Venga, Olaf estará conmigo.

Mi querida y estresadísima hermana miró casi lastimeramente a mi vecino Olaf que se reía disimuladamente en el asiento trasero del coche.

—Por favor, Olaf, cuida de ella.

—Cuenta conmigo.

—Y asegúrate de vigilarla un poco.

—¡Eh!

—Anna, no te has relacionado más que con profesores y montones de libros hasta ahora. No quiero que te dejes llevar por la emoción.

—¡Oye! Tampoco es que no haya visto a una persona en mi vida, ¿sabes? Soy una adulta hecha y derecha. No me lanzaré a los brazos del primer desconocido que se cruce en mi camino, si es eso lo que te preocupa.

—Lo sé —mintió evidentemente haciendo reír a Olaf ya sin control de ningún tipo.

—Tú céntrate en disfrutar tus vacaciones en la Gran Manzana.

—No son unas vacaciones; voy a trabajar.

—Lo que sea. ¿Piensas bajarte del coche ya o me va a tocar pagar la tarifa larga del párking?

—Ya voy, ya voy. Sólo... no me hagas tía en estas semanas, ¿vale?

—Que noooo... ¡Lárgate!

Elsa rio y me dio un tierno abrazo. Después, Olaf salió del coche y la estrujó también entre sus brazos como si fuese su peluchito. Un interminable saludo desde la distancia y...

—¡Por fin se ha ido! ¡Cuéntame, Olaf! ¿Cómo son los chicos que vienen a la casa rural?

Olaf rompió a reír de nuevo con un aire de 'lo que me temía'.

—¿Le has dicho a Elsa que eres la única chica?

—¿Estás loco?

—Arranca, anda. No queremos llegar tarde.

Arranqué el coche y Olaf y yo comenzamos juntos nuestra travesía hasta la cabaña que habíamos alquilado con sus amigos para pasar un par de semanitas de vacaciones en el tórrido mes de julio que estábamos viviendo.

—¿Por qué nunca conduces tú, Olaf?

—¿Estás de broma? ¿Y perderme el paisaje? ¡Mira! ¡Una mariposa!

—No puedo mirar...

—Lo que yo te decía.

—¿Me vas a hacer esperar mucho más?

—Está bien... Pues estará allí Hans, el chico nuevo del curro. Pelirrojo, esbelto, con unos bonitos ojos verdes y absurdamente amable y atento. Tiene treinta añitos y pareció muy interesado en unirse a nuestras vacaciones cuando le hablé de ti.

—No me digas... Qué interesante.

—No te precipites, aún queda buen material por explorar.

—Soy todo oídos.

—También va Sven. El hombre más sexy que vas a ver en tu vida.

—Cuéntame más.

—Es un poco más alto que yo. Fuerte y de facciones marcadas, moreno de piel y de cabello castaño. Ojos marrones y risueños. Amable, sincero, perillita de ensueño...

—Así que Sven, ¿eh?

—Es el compañero más antiguo que tengo en el trabajo. Hemos sido amigos desde hace como cinco años.

—Ahá...

Olaf carraspeó claramente incómodo.

—Y luego está Kristoff.

—Buen nombre. ¿También es de tu trabajo?

—Nop. Es el mejor y más antiguo amigo de Sven. Llevan siendo inseparables desde el colegio.

—¿Edad?

—Veintisiete los dos.

—Entonces, ¿viene por Sven?

—En realidad, ellos hacen esto todos los años. Somos Hans, tú y yo los que nos hemos apuntado a sus vacaciones. Le conté a Sven que por primera vez en tu vida ibas a tener un verano libre pero que no tenías conocidos con los que pasarlo y me dijo que nos fuésemos con ellos.

—¡Sí que es un chico majo!

—Ya te lo he dicho.

—Bueno, íbamos por Kristoff.

—Pues no le conozco demasiado, no te voy a engañar. Es un rubio de pelo salvaje, ojos castaños, bonita sonrisa, alto y más musculado de lo que cabría esperar de un heladero.

—¡¿Es heladero?!

—Sí, y, cada vez que entras a su negocio, te recibe con un: "Bienvenido, ¿qué te pongo?" que me hace morderme la lengua para no decirle claramente lo que me pone.

—¡Olaf!

—Ya me lo dirás...

—¿Estás colgado por él?

—Ni hablar. Es todo lujuria. Sólo hay una persona en este mundo que yo querría que me comiese la zanahoria.

—Oh... qué tierno.

—¿Tierno? Me has entendido, ¿no?

—Claro que sí. Pero quieres que sea el único. En el fondo eres un romántico.

—Me has pillado.

—Y, ¿bien? ¿Se trata de Sven?

—¡¿Cómo lo has sabido?!

—Bueno, has renunciado a tus vacaciones anuales en tu adorada nieve porque él te ha invitado. Nunca te has llevado bien con el calor, parece que te derrites, y, aún así vas a achicharrarte en medio del bosque en una cabaña que ni siquiera tiene piscina...

—Hay personas por las que vale la pena derretirse.

—¿Vas a intentarlo?

—¿Con Sven? No tengo ni la más mínima oportunidad: es perfectamente hetero.

—Lástima...

—Anna... prométeme que no vas a perder el Norte.

—Olaf, de verdad. No estoy yendo de caza. Sólo tengo ganas de salir por fin y divertirme con gente de verdad. No voy en busca de pareja ni nada por el estilo. Si no se lo cuento a Elsa es porque se pondría más histérica aún. Ya sabes lo que se preocupa siempre por mí.

—Perfecto entonces. Disfrutemos de los días que tenemos por delante, del deslumbrante Sol, del aire puro de la montaña, de las noches estrelladas y de la mejor compañía.

—Tienes razón. Vamos a pasárnoslo bien. ¡Por fin! ¡Verano!

—¡Sí! ¡Veranooooo!

VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora