Capitulo 2 Mis recuerdos

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Con solo dos toques a la puerta se escucha el rechinar de las bisagras abriéndose y dejando ver una figura femenina vestida con un traje de sirvienta y portando en su mano una bandeja plateada con un frasco, inmediatamente me hace una reverencia me quede perplejo mirándola era como si viera un ángel postrado delante de mis ojos.
-¡Señor lo dejo en compañía de esta dama! –dijo  el hombrecito
-Está bien –le  respondí.
Y retirándose cerró las puertas. Gire mi cabeza en dirección a la dama que se encontraba parada delante de mí contemplándome como yo antes hacía.
-¡Por aquí sígame, SEÑOR! –dijo. 
-¿Por qué me dices señor? –pregunte  inmediatamente
Pero la chica no me respondió se limito a caminar. Nos adentramos en el castillo era algo maravilloso nunca iba a imaginar lo genial que sería estar en un castillo con sus candelabros  y sus infinitas salas esas bellas estatuas de armaduras doradas tan esbeltas y su gran alfombra roja. Después de caminar por varios cuartos llegamos a una habitación un tanto curiosa en realidad me gustaba mucho, paredes de colores oscuros ventanas grandes desde donde se podía ver el cielo una enorme cama con dibujos un tanto irreales como los que siempre quise tener en mi habitación en fin parecía que aquel cuarto era todo lo que yo siempre quise.
-Siéntate Luis –me  dijo halando una silla que se encontraba en una pequeña mesa de estudio, luego extendió su mano y me ofreció el frasco que estaba encima de su bandeja y me dijo:
-Bebe, lo entenderás todo luego de tomarlo –dijo  ella.
-¿Y cómo se que no contiene nada malo? –pregunte   algo asustado.   
-¡Crees que nos tomaríamos el trabajo de irte a buscar a tu mundo para darte una bebida envenenada! –dijo  en un intento de calmarme.
-¡De todas formas aun puedes optar por no beberlo y seguir con las dudas con las que llegaste! – me dijo.
En ese momento me di cuenta que tenía algo de razón aunque por un extraño motivo sentía que podía confiar en ella, tome el frasco y lo estudie unos segundos con mi vista todavía dudando un poco, era un liquido morado con un olor algo peculiar olía a una mescla de almendras y dulce de leche pero algo más suave. Cuando termine de buscar algún indicio de algo malo decidí tomarlo, pude tomar un sorbo o dos pero el sabor era tan exquisito que termine tomándolo entero.
Inmediatamente sentí un escalofrío recorrer toda mi piel seguido con un leve mareo. Mi cerebro fue invadido con un cumulo de recuerdos desorbitados me tomo unos minutos asimilar todo aquello.
-¡Akemi!, otra vez dándotelas de sirvienta te he dicho un millar de veces que una reina no debe vestir esas ropas. –dije  algo molesto.
-Lo siento Luis es que te ves tan tierno mirándome como si fuera la primera vez que nos conocimos. –dijo  en un intento de justificarse. 
-Akemi voy a darme un baño estoy algo cansado por el viaje. –dije
-Luis te apetece que te prepare algo de comer, no sé, tu comida preferida  tal vez. –susurró  en tono de disculpa
-Está bien prepárala –le dije, levantándome de la silla me dirigí a unos cajones que quedaban al lado de la cama tome una muda de ropa limpia y salí de la habitación.
Camine unos pasos hasta quedar frente a una puerta blanca y elegante que daba paso al cuarto de baño, la abrí y me adentre cerré con seguro la puerta para evitar toda intrusión no deseada, coloque la ropa limpia en el aparador, una vez desvestido entre en la ducha regule la temperatura perfecta. Por fin estaba en calma, muchos pensamientos divagaron por mi cabeza en ese momento, un rey tiene muchas responsabilidades no y yo no era la excepción.
Descanso mi espalda en la pared y me deslizo hasta quedar sentado en la tibia agua que caía sobre el suelo.
-Por qué yo, nunca elegí que quisiera ser rey o príncipe tampoco que quería vivir acá, aunque en algún momento una amiga dijo que no era tan triste si lo veías desde otros ángulos.
No sé exactamente qué tiempo estuve divagando en mi mente solo que ya era hora de salir, cerré la ducha, tome la toalla y seque el agua que aun corría por mi cuerpo, luego de vestido salí del baño con dirección a la cocina donde seguro me esperaba Akemi con  algún plato tan sabroso como para que olvidara sus acciones, a se me olvidaba Akemi es mi prometida. 

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