Harry despertó. Habían terminado durmiendo en el sofá después de explorar la casa y observar durante horas a los niños. Se había quedado un momento largo en la puerta de la habitación de James, repleta de juguetes, sintiendo ganas de abrazar a su futuro hijo, le ardían los ojos ante el pensamiento de que sus futuros niños jamás pasarían por lo que él paso. Jamás tendrían frío, hambre o echarían en falta un juguete. Observó la cama extra para Teddy, la habitación matrimonial y una puerta a la derecha que los había llevado a una habitación para bebé.
¿Cómo podría no amar a Ginny Weasley? Pensó al verla dormida junto a él, si era la criatura más hermosa y graciosa que él hubiese conocido, si le había dado esta vida que un niño huérfano como él ni siquiera podía soñar. Ginny le había dado eso que él siempre había anhelado más que nada en el mundo: Un hogar.
Un hogar con aroma a comida casera, con niños corriendo y flores en el jardín, un lugar en el mundo donde era apreciado y necesitado, donde bracitos pequeños se extendían hacia él exigiendo afecto, donde su esposa embarazada lo arrullaba en un abrazo para dormir.
Dejó su nariz sobre el cabello pelirrojo de Ginny para sentir su perfume, el aroma floral que le daba paz. Y no tuvo que preguntarse dos veces porque su futuro yo había escogido a esta mujer, porque solo hacía falta ver su determinación, su devoción, su picardía para entender que Ginevra podría conquistar a cualquier ser humano con sangre en las venas.
—Buenos días tú— murmuró Ginny desperezándose— observar a la gente dormir es de raros, Harry.
—Mala suerte, te casarás con un raro que te observará dormir.
Ginny rió, mientras comenzaron los ruidos en las escaleras. Levantó las cejas, interesada en la vista de su futuro esposo, que solo tría puesto un pantalón de chándal. Agradeció mentalmente a lo que sea que Harry hiciera a diario si es que le daba ese cuerpo.
—Deja de mirarlo así.
—Eres tú, te estoy mirando a ti. Además, no es una vista sencilla de ignorar— Había tenido uno que otro vistazo de Harry sin camiseta en el verano cuando nadaban en el lago con su hermano y Hermione, sabía que el Quidditch y su naturaleza delgada le habían dado un físico atractivo, pero el Harry frente a ella... Demonios. Desde el cabello más largo, hasta los abdominales, pasando por la línea de vello que partía de su ombligo y se perdía en el elástico de su ropa interior, Harry era definitivamente una vista difícil de ignorar. —¿Qué demonios les dan de comer a los aurores en este futuro?
—¡Ginny!
—Lo siento, lo siento. Mira, me haces el desayuno. ¿Quién diría que Harry Potter sería un romántico? — se burló, aunque en el fondo no podía negar lo feliz que se sentía al ver este como un futuro probable, posible y cierto. Harry estaba haciendo pan tostado en un cachivache muggle, el aroma a café inundó la cocina.
—Buenos días, Gin— Harry le había llevado la bandeja con el desayuno a la cama, apoyándola en la mesita de noche para abrazar a su esposa. —¿Cómo esta ese estómago?— apoyó la mano en el vientre de la pelirroja.
—Estoy algo mareada, pero creo que las nauseas me dejarán vivir hoy— murmuró. En ambos embarazos las nauseas habían sido un problema, en el primero como un joven primerizo Harry se había enloquecido en la paranoia de creer que algo podría pasarles, pero ahora solo se había vuelto una fuente de confort para su esposa. —¿Eso es café?
—Lo siento, es para mí. Ya sabes lo que dijo la sanadora, nada de café para ti. Pero te he hecho el mejor té de toda Inglaterra para ti, y también tienes tostadas, y fruta. Tú y el pequeño tienen que alimentarse bien.
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Nuestro futuro
RomanceGinny y Harry terminan en el año 2005, juntos para conocer su futuro.