Capítulo 4

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Habían pasado la tarde viéndolos jugar a un juego muggle con el balón, Harry, Ginny y Ron, el pequeño Teddy estaba más entretenido dibujando con Hermione en un rincón del jardín, mientras James Sirius intentaba, con sus torpes pasitos, jugar con el balón.

—¡Harry eso es trampa! ¡Harry!— Ginny gritó cuando la tomó de atrás para evitar que llegara al improvisado arco que Ron defendía. La levantó del césped y desvió el balón. —¡Si es que son los peores perdedores del mundo!

—Has ganado todos los torneos de Quidditch del continente, ¿No puedes dejarnos ganar un futbol de jardín?— Ginny le sacó la lengua.

—¿Quieren limonada?— Ofreció Hermione— Hay pastel de calabaza también. Prepararé la merienda.

Hermione entró a la casa, tenía demasiadas cosas en la cabeza. Cortó el pastel de calabaza y preparó los vasos con limonada fresca, puso todo en una bandeja y suspiró antes de poner una sonrisa y volver al jardín.

—Ven con mamá, pequeño demonio de Tasmania— James rio, corriendo a donde su tía le ofrecía un trozo de apetecible pastel. Ginny hizo llegar, con un movimiento de varita, el biberón de leche tibia para James. –¿Tú no comes, Hermione?

—No me apetece— Ron puso su mano en la rodilla de Hermione.

—¿Estas bien? Has estado comiendo pésimo los últimos días, ¿Algo te duele, Mione?— Ginny miró a Hermione dándole valor, mientras alimentaba al pequeño James. —¿Te sucede algo?

—Estoy embarazada.

Ron dejó caer el vaso, sobresaltando a Teddy. Harry miró a Hermione sorprendido y luego a Ginny, buscando información. Hermione comenzó a derramar lagrimas y a moverse nerviosa. Ron estaba inmóvil, con la boca abierta.

—Di algo, idiota— Ginny le dio un puntapie a Ron en el tobillo, para sacarlo de su estado de shock.

—¿Es mío?— balbuceó, Hermione le miró con en el ceño fruncido— Serás madre... Seré padre... Un niño... Un bebé.

El resto de la tarde pasó con Ron intentando asimilar la noticia y Ginny haciendo planes para los niños que crecerían casi al mismo tiempo. Si es que serían Gryffindor, serían parte del equipo de quidditch y compartirían habitación en Hogwarts, hasta que Hermione introdujo la idea de que quizás sería una niña y no un niño, que quizás Ginny había roto la racha de los Weasley de no tener niñas. Ron había tenido una chispa en la mirada ante la idea de tener una niña para él.

Habían partido, dejando a Ron y Hermione solos para la charla que necesitaban tener, se habían dirigido a otra casa en los suburbios, más pequeña y un poco menos cuidada, que habían descubierto era la casa de Andrómeda Tonks y donde Harry y Ginny se habían despedido del pequeño Teddy.

El sol comenzaba a ocultarse cuando los tres Potter, y los dos visitantes que los observaban, cruzaron la puerta de su hogar. El pequeño James venía dormido en los brazos de su padre, mientras Ginny caminaba a su lado, cubierta por el abrigo que Harry había dejado en sus hombros.

Habían dejado al pequeño James en su cuarto, dormido en su cuna.

—¿Qué crees que harán ahora?— Preguntó Harry.

—Tengo una idea, bastante acertada de hecho— respondió Ginny con una sonrisa cargada de picardía, al ver cómo, tan pronto cerraron la puerta de la habitación del niño, la pareja frente a ellos comenzó a besarse. Besarse con ganas.

—Ha sido un día largo ¿No crees? Para ti y el pequeño— Harry le besaba el cuello a su preciosa esposa— ¿Quieres que prepare un baño para ti?

—¿Caliente, con burbujas y contigo dentro?— sugirió Ginny sonriente.

—Todo lo que tu quieras— Un movimiento de varita y el agua comenzó a llenar la tina y la espuma comenzó a crecer.

—¿Esta bien si vemos esto?— Preguntó Harry, cuando la Ginny frente a él comenzó a quitarse la ropa. Quedándose en ropa interior. Se maravilló al ver no solo el cuerpo de Ginny en movimiento, seductora, natural y predadora pero también cómo la barriga era un pequeño bulto notorio que destacaba en su figura.

—Por supuesto que lo veremos— No se perdería de ver a Harry amarla ni un momento, no sabía que decisiones la habían llevado a ese futuro que presenciaban, pero quería disfrutarlo segundo a segundo. Harry se quitó la ropa y las gafas.

—Ven aquí Ginevra— la besó, le desprendió el brasier y le bajó las bragas. Ginny estaba completamente expuesta, desnuda y pecosa a la vista de su esposo. —Eso es, eres hermosa— le besó la mejilla y la ayudó a entrar en la bañera repleta de agua caliente.

—Harry, demonios— Ginny se había puesto roja, ninguno de los dos había visto a Harry sin ropa, no del todo. Y sin aviso, Harry estaba completamente desnudo ante la mirada de Ginny, que aunque tímida y avergonzada, se negaba a dejar de mirar. —Así qué... así eres— Harry tosió, incómodo. Incapaz de decir nada, considerando que era la segunda vez que él veía a Ginny desnuda, no podía negarle a Ginny el derecho de mirar.

Harry se metió al agua y Ginny se sentó a horcadas, entre la espuma. Él se tomó su tiempo para mojarle el cabello pelirrojo de raíz a punta y masajearle los hombros repletos de pecas. Le besó las mejillas y la punta de la nariz.

—¿Eres feliz?— Ginny estaba mezclando sus dedos entre el pelo azabache de su esposo.

—Más de lo que jamás creí poder ser, Ginevra— Ginny le besó. Despacio. Y desde afuera podía verse el agua moverse junto a las caderas de la pelirroja que estaba tentando a su marido.

Harry podía definir como hipnótica esa danza que Ginny realizaba con toda naturalidad, desde el cabello mojado, hasta los pezones erguidos. Era una pequeña diosa. Su versión adulta estaba con los brazos apoyados sobre los bordes de la tina. Con los ojos cerrados mientras Ginny lo besaba y mordía su labio.

—¿Dónde crees...? ¿Cómo crees que aprendí a hacer eso? — preguntó Ginny, observándose curiosa.

—Creo que es natural en ti, tener ese fuego en ti, como cuando juegas al quidditch o peleas con el ejercito de Dumbledore... Eres apasionada para todo— Harry tenía las mejillas rosadas, pero la miraba a los ojos— Es tu forma de ser, no es extraño que sea tu forma de querer.

Ginny iba a responder pero se le erizó el vello corporal cuando Harry, el de la bañera, soltó un su nombre pero no como siempre lo decía. Era su nombre como nunca lo había escuchado en Harry. Ronco. Grave.

Ginny apoyó sus rodillas en el fondo de la tina para poder levantarse y alinearse, sintiendo la punta del miembro de su esposo en su entrada y bajando para dejarlo entrar en ella. Comenzó a moverse despacio. Arriba. Abajo. En círculos.

­—Harry— salió de la visión erótica enfrente de él para darse cuenta que Ginny no estaba mirando lo mismo, lo miraba a él. Más concretamente, miraba su pantalón. Harry tenía una erección y Ginny estaba muy consciente de eso. —¿Tanto te gusto?

—Mas que ninguna otra mujer que haya conocido— admitió.

—¿Más que Cho?— Harry pareció recordar que Cho era una persona que existía y que había salido con él, o al menos, algo parecido. ¿Qué sentía él por Cho? ¿Sentía algo como lo que sentía cuando veía a Ginny? No. Cho era bonita, era inteligente y era amable pero no tenía el fuego que Ginny tenía, no tenía su chispa, su picardía y su valentía. Ginny se veía más frágil que nunca, más tímida, al preguntarle aquello. Comprendió que no solo preguntaba por ella, sino por la posibilidad de perder todo lo que estaban viendo, sus hijos, su hogar, su futuro. —No quiero que me elijas solo porque así crees que debe ser. Podrás tener una vida feliz con ella también, si así lo decides. No es tu obligación quererme.

—Ginny no quiero ser feliz con ninguna otra persona. Yo te elijo a ti porque esta es la vida que anhelo tener, contigo. Además ¿Te has visto? Eres tú la que puede elegir a cualquier persona del mundo. No deberías conformarte con alguien como yo.

—¿Alguien como tú?

—Roto.

—Harry, yo te amo. Y cuando te rompas, amaré cada una de tus partes. No tengo nadie más a quien elegir. Siempre fuiste tú.  

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