Diario de Nahuel

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Las chicas hicieron un muy buen trabajo. Transformaron aquel varoncito muy seguro de si mismo en una atractiva putita. Lo acompañaron hasta mi celda y la dejaron para que yo pueda cumplir mi parte del plan de Jennifer. 

Entro a la celda mirando al suelo, supuse que casi al borde de las lágrimas. Seguro estaba lamentándose los actos que lo llevaron a donde se encontraba ahora, o al menos lamentando ser tan poco hombre como para ser incapaz de defender su ombría, y así entregarla. 

-Vaya vaya, ah bueno. ¿Qué tenemos aquí? Que linda chica- dije sonriendo mientras me acercaba.

No es que me gusten los hombres. Más bien todo lo contrario, siempre les sentí repulsión. Sin embargo, en la cárcel se dificulta mucho el sexo con mujeres. Rara vez, a decir verdad. Sólo cuando se reúne el suficiente efectivo como para sobornar a un guardia. En el día a día te encontrás rodeado de hombres; hombres violentos y traidores que disfrutan de demostrar su masculinidad, su poder, su trayecto. El medio más eficaz de lograrlo es a través de peleas, pero también algunos follan a otros hombres demostrando a los demás que son tan hombres que otros hombres son tan poco hombres que frente a ellos son prácticamente mujeres. Hombres, por todos lados. 

En mi caso, dos reclusos quisieron violarme en la segunda noche en esta cárcel. Creyeron que iba a doblegarme a ellos por superarme en número y ser más grandes. Los dos terminaron en la atención médica de la prisión: uno con el hombro dislocado y el otro apenas pudiendo caminar. Fue allí que gané mi respeto en la posición. Nunca nadie intentó meterse conmigo. 

Volviendo al eje, no disfruto tanto de tener sexo con un hombre vestido de chica, pero si cuando este está cumpliendo una condena por haber maltratado a una mujer. Es algo que no perdono, y que castigo. 

Mi ex compañero de celda fue enviado por haber agredido físicamente a su novia. En la primer noche terminó golpeado y con una polla dentro suyo. Fue difícil domarlo, pero con el tiempo pudo entender que sería más sencillo si obedecía mis ordenes la primera vez que las pronunciaba.

Alex se veía muy nervioso, y no era para menos. Sabía lo que se vendría. Ya era tarde para reaccionar, los demás presos seguramente lo habrán visto vestido de puta. Ahora simplemente tendría que serlo. 

-Esto es muy sencillo. O le ponés onda al juego o vas a jugar en el patio, con los demás prisioneros. No tengo paciencia. Vos elegís.- le dije mientras tomaba su mentón con mi mano, forzándolo a verme a los ojos. 

-Está bien, te seguiré el juego.- suspiró casi derrotado.

-Te tenemos que poner un nombre... ¿Qué tal Ayelén? ¿Te gusta?

-No sé... si... supongo que está bien...

-Ayelén, entonces... Bueno, Ayelén.- Comencé a apretar su trasero- Te propongo un trato: si me hacés un buen oral, hoy no te follaré. Sólo si me haces un buen oral. Si veo que no le ponés ganás, o que no lo hacés bien, te haré poner en cuatro y saber que se siente tener una polla dentro tuyo. ¿Está bien?

Alex estaba paralizado, casi ni se movía. Estaba al borde de las lágrimas.

-No te escuché, Aye.

-Si... Esta bién.

-Ven.- le dije mientras me acostaba en la cama.- Vamos. Ya sabes que pasará si no le ponés onda. 

Tomo airé y apoyó sus manos en el colchón. Poco a poco fue moviéndose hacía mi entrepierna. Desabrochó y bajó el pantalón mientras mi erección terminaba de completarse. Sólo quedaba mi boxer en el medio. 

-Vamos. Es toda tuya, putita.

Quitó mi boxer y sus ojos esquivaron mi polla. Quería hacer de cuenta como si no estuviera allí, aunque pronto sentiría su sabor. Hundí mis dedos en su cabello largo y lo sostuve como si fuese una colita. Intentó decir algo, pero comenzó a lamer con mucha timidez. Poco a poco fue intensificando sus movimientos, y yo comencé a gemir de placer. 

-Hasta el fondo.- ordené.

Vi hundir mi piola en su boca hasta casi ahogarlo. Pero siguió, lamiendo, besando y chupando. Lo estaba haciendo bastante bien, apenas me mordía. Para ser la primera vez era un aprobado.

-Mirame a los ojos.- le dije.

Me miró lleno de vergüenza.

-¿Querés seguir un ratito más o ya querés entregarme la cola?- le pregunté sonriendo.

No respondió, solo aumento la intensidad y comenzó a mover también las manos. Supongo que quería hacerme acabar para que no quiera follarmelo. Lo estaba haciendo bien, realmente me gustaba. Ya tendré mucho tiempo para meter mi polla en su trasero y obligarlo a gemir cómo una putita. Hoy con acabarla en la boca y obligarlo a tragar alcanzaría.

Siguió un buen rato más, hasta que sentí que la eyaculación era inminente.

-Voy a acabar, y quiero que te tragues todo. Hasta la última gota. 

Otra vez no contestó, pero en cuanto acabe ví su cara de asco, pero sin derramar nada. Todo mi semen quedó en su boca. Me miró fijo, pidiendo por favor que no lo obligue a tragar, pero mi mirada fue severa. Se trago todo y abrió la boca, para que lo felicite.

-Muy bien, hace mucho tiempo que no me la chupaban tan bien. Tienes talento. Mañana veremos qué tan buena sos entregando la cola. Seguro que también tendrás talento.

-Por favor, puedo hacer esto siempre que quieras, pero por favor, no quiero ser follado.

-Follada, linda. Sos una chica, no te olvides. Y si, a las chicas les gusta ser folladas, seguro que a vos también. ¿O no?- me acerqué y lo tome por el cuello.

-Si... Si. Seguro que a mí también. Mañana, mañana... - contestó con los ojos llorosos.

-Ahora a dormir. Déjate el conjunto. Tanga y sostén, te quedan muy lindos. 







Una lección en prisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora