Diario de Nahuel

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Había ingresado como un varoncito, seguro de sí mismo pero con mucho miedo. La primera vez en prisión es muy difícil, aunque bueno, en realidad nunca deja de serlo. 

Estoy cumpliendo mi segunda condena, me quedan tres años aún. Mi trabajo era sencillo: tenía que ayudar a Alex a que desarrolle algo de empatía con las mujeres, haciéndolo sentir lo que sienten muchas mujeres. 

Resulta que la condena de Alex es la consecuencia de algunos actos bastante cobardes con su última ex novia, Jennifer -por lo que recuerdo-. La violencia de género se cobra caro por estos lugares. Sin embargo, la historia no termina allí: el papá de Jennifer trabaja en esta prisión, y tiene una muy buena relación con el director. Tan buena era esa relación que el director les permitió hacer un trato conmigo. La paga sería muy buena y tendría muchos beneficios, a cambio de una sola misión; tendría que hacer de Alex una "mujercita" de prisión. Ellos me facilitarían todo lo que necesitase, incluida la ropa, maquillaje, una peluca, etc. Solo tendría que obligarlo a vestir como una chica todo el tiempo, y a nada más ni nada menos que follarmelo. Jennifer me había pedido que, pese a todo, no quería que sufriera, que el castigo sería que pierda la masculinidad, o al menos que llegue a dudar de ella. Me pidió que fuese suave, pero también intenso. Que Alex llegue a gozar, a disfrutar de eso en algún momento. Me dijo que quiere verlo a los ojos y no ver un hombre en él. Que él lo vea a los ojos y sienta la más profunda de las vergüenzas masculinas. 

Claro que acepté el trato, no sería nada difícil. Hacer de un muchachito que se cree un hombre una perra de prisión, para un hombre como yo, es un trabajo sencillo. Pues, al fin y al cabo, no sería el primero. 

 Gracias a Jennifer pude conseguir una celda más amplia, alejada del resto de las celdas comunes. La había equipado con una cama matrimonial, un ropero y un minibar, con un par de cervezas dentro y unos paquetes de cigarrillos encima. Unas horas después de cerrar el trato, el guardia trajo a Alex hasta la puerta de mi celda.

Consciente de los contactos del papá de Jennifer en esta prisión, no podría suponer cual sería la reacción de él o ellos, si es que habría alguna. Quizás dejarían todo atrás. Que iluso.

Tengo alguien con quien charlar un rato. Dejo esto por acá, mañana escribiré un poco más. 

Una lección en prisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora