SCP-001 es una historia de O5
Buenas tardes, Doctor.
No, no se levante. Y sí, soy quien cree que es. No hagamos de esto más de lo que es. Usted sabe mi número, y yo sé tanto de usted como para hacer un duplicado tal que ni su madre notaría la diferencia. No, no es una amenaza, es sólo la verdad.
Ahora, en lo que respecta a nuestro asunto, parece ser que se ha topado con algo por encima de su nivel de autorización. Bueno, no, toparse no es la palabra correcta. ¿Indagado? Quizá. Y usted ha llegado al punto en que indagar más puede hacer que termine con heridas de bala bastante letales. Esto sería una situación bastante lamentable, puesto que usted es un gran investigador. Por lo tanto, estará por recibir algo que muy poca gente en la Fundación tiene oportunidad de recibir… una explicación.
Sí, fuimos alertados cuando usted comenzó a investigar sobre SCP-001 por primera vez. Todo investigador que ha estado por aquí por un tiempo lo hace. La mayoría de ellos se sienten satisfechos cuando descubren el ángel con la espada flameante, está oculto bajo suficientes niveles. Pero luego empezó a investigar sobre La Fábrica, ahí es cuando supe que no se detendría. Así que aquí está, simple y sencillo.
La Fábrica es SCP-001.
Pero eso jamás será registrado. Es una decisión que tomé durante la creación de la Fundación, y es una decisión que sostengo. Ustedes investigadores son demasiado curiosos. No estoy seguro qué me aterra más. El que jamás entenderemos La Fábrica, o que algún día lo hagamos. Ah, claro, estoy seguro de que está ansioso de saber más.
La Fábrica fue construida en 1835. En aquel entonces era conocida como Fábrica Anderson, llamada así por James Anderson, un industrialista bastante adinerado. Fue construida en, bueno, diremos que, en Estados Unidos, y era la fábrica más grande de entonces, con una milla de ancho, tres pisos de alto, y una torre especial de siete pisos en la puerta delantera, que servía como hogar de Anderson. Fue diseñada para ser la mejor fábrica de todos los tiempos, capaz de encargarse de todo, incluyendo el alojamiento de sus trabajadores. La gente podía nacer, trabajar, vivir y morir, todo sin necesidad de abandonar los confines de La Fábrica. Y vaya que trabajaron; trabajaron en todo lo que se le pueda ocurrir, desde cría y matanza de ganado, hasta textiles.
Ahora, nadie sabe si realmente James Anderson adoraba a Satán. Es igual de probable que siguiera alguna clase de dioses paganos. Lo que se sabe es que él era MUY preciso en la construcción de su fábrica, y en la colocación de la maquinaría dentro de ella. Algunos sobrevivientes afirman que el piso estaba grabado con símbolos arcanos, que eran sólo visibles cuando corría sangre por ellos… Pero, bueno, los sobrevivientes afirmaban muchas cosas. Lo cierto es que Anderson generó su fortuna con la sangre, el sudor, y algunas veces las partes corporales de las clases más bajas. Sus diarios indicaban que él los veía como algo menos que humanos, puestos en la Tierra para no más que servir a su voluntad.
Por supuesto, en aquel entonces nadie sabía de sus predilecciones, por lo que la gente corrió hacia La Fábrica. ¿Un lugar en donde trabajar y vivir al mismo tiempo? ¡Por supuesto que la gente iba a querer entrar! Olvide las largas horas, las condiciones de trabajo, el sádico personal de seguridad, y todo lo demás. Los trabajadores eran forzados a trabajar durante 16 horas todos los días, a excepción de los domingos, del amanecer hasta el ocaso. Los trabajadores no recibían habitaciones individuales, en su lugar compartían cuarto con otras ocho personas, durmiendo en turnos de tres. La atención médica era inexistente. Si alguien sufría alguna lesión en el curso de sus labores, algo bastante frecuente, se esperaba que siguiera trabajando. Cualquiera demasiado herido como para continuar trabajando simplemente era arrastrado hacia afuera por los guardias, y jamás se volvía a saber de él.