ᴘᴀʀᴛᴇ ᴜɴᴏ

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El idiota de Arnold estaba tardando mucho en escoger un puto guisado para la empanada que iba a comerse en menos de tres minutos, y yo iba muy tarde ya. ¿Por qué todos eran tan idiotas el día de hoy?

Finalmente llegó mi turno.

—Hola —me saludó el chico detrás del mostrador.— ¿Qué vas a llevar?

—Una charola de fresas con crema batida, por favor. Y una botella de agua fría.

Me echó una mirada rápida y pude notar cómo sus ojos se perdieron en mi busto, no era la gran cosa, sin embargo mi copa A llamó su atención por unos segundos.
No llevaba sostén, los piercings se marcaban en mi camiseta blanca de tirantes.

—¿A nombre de quién? —dijo, ladeando una sonrisa de... ¿coqueteo?

Por Dios, qué patético.

—Maureen. —respondí, igual de coqueta. Porque si algo me gustaba era gustar, pese a que no me interesaran.

Me tendió un ticket con mi pedido y mi nombre en la esquina.

Miuwrin.

Siempre escribían mal mi nombre.

Regresé la mirada al chico, quien estaba perdido nuevamente en mis tetas.
Tosí un poco, intencionalmente. Se comportaba como un crío que veía tetas por primera vez.

—¿Tu nombre es europeo? —asentí.— Tiene sentido por lo de la pronunciación. Aquí tienes.

Tomé la charola envuelta en una bolsa de papel y la botella en otra mano.

—Disfruta tu pedido, Maureen.

Sonreí, nuevamente. Porque ser así de zorra me gustaba.
Lo criticaba en mi cabeza pero lo miraba como si me interesara.

Caminé por los pasillos hacia algún área verde donde se pudiera fumar. No porque me apeteciera, más bien porque me gustaba estar al aire libre y más con este calor que hacía que mis tetas a pesar de ser pequeñas sudaran y se pagaran a la camiseta.

Afuera ya era de noche, y se sentía el aire más caliente que el de calefacción, ¿ya había dicho que vivo en un lugar muy caluroso?

Me senté en una mesa sola, dejé mi comida sobre ella y saqué mi celular del bolsillo trasero.

—¿Dónde estás? —preguntó, a través de la línea telefónica.

—Sigo en el campus.

—¿Todavía?

—Todavía. —afirmé, destapando la botella.

Graeme chasqueó la lengua y maldijo.

—No te vayas a venir a las residencias sin mis cogollos.

Iba a decir algo más, pero una bolsa negra se estampó contra mi mesa y me sobresaltó.
El maldito de Neithan estaba frente a mí, con su chamarra de mezclilla negra desgastada y características botas negras.

Sonrió con malicia, recargó sus dos largos brazos sobre la mesa y se inclinó hacia mi.

—El pedido ha llegado. —casi canturreó.

Su olor me llegó junto con una brisa veraniega. Amaderado, pero por debajo alcanzaba a percibir el rico olor del cuero, casi dulce.

Colgué a Graeme, no sin antes escuchar un "¡Sí!" victorioso. Eché un rápido vistazo hacia los lados, la zona estaba sola.

Era viernes por la noche. Con mucha razón estaba solo. Pero por si las moscas.

Revisé el contenido, había casi medio kilo de cogollos frescos de marihuana. Pero también por si acaso, los conté, porque Neithan era otro idiota también.

El quinto clímax del infierno +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora