ᴘᴀʀᴛᴇ ᴅᴏꜱ

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Por alguna extraña razón el que Neith se mofara de mí y me tratara como a una putita me ponía estúpidamente cachonda.

Su cabello me hizo cosquillas en la oreja, me hice hacia atrás y lo miré. Llevaba puesto unos jeans negros con desgastes, unas botas negras estilo goth rock bastante monas que combinaban con el arnés de su cuello.

Mi atención se fue hacia el lado izquierdo, en donde un trío de chicos se acercaban a nosotros dándonos a saber que ya habían girado otra vez.

—¿Te unes a nosotros? —un chico de cabeza rapada me invitó.

Neith se adelantó a responder por mí.
—En realidad la putita tiene dueño, y se ha portado muy mal. —ladeó su cabeza hacia mí.— Alguien necesita que le dé sus nalgadas.

Estrelló su mano en mi culo haciendo un ruido bastante estruendoso, sentí el picor en mi piel en la zona donde impactó su mano.

Y no me desagradó. De hecho, ahogué un pequeño quejido en mi garganta cuando me pegó.
Era muy fácil que me diera otra, y otra, y otra. O quizás me estaba faltando el aire en el cerebro; mi minifalda al estilo de tenista color negra le dejaban la entrada a mi culo totalmente libre.

No esperó respuesta alguna, me tomó de la muñeca y llevó consigo sin ninguna explicación.

—Pues así será. —concluyó.

Me llevó a una casa cerca del campus, bastante espaciosa y muy hermosa

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Me llevó a una casa cerca del campus, bastante espaciosa y muy hermosa. Aunque lo que tenía de hermosa lo tenía de sosa, era elegante, sí. Pero era sosa.
Quisiera decir que como él, sin embargo el tipo era en absoluto una persona sosa.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunté cuando atravesé la gran puerta de caoba.

—¿Quieres follar en el bosque o en un cerro?—chasqueó.— Me lo hubieras dicho.

Rodé los ojos y terminé de entrar. Mi vista recorrió minuciosamente el lugar lo cual él notó.

—Estudié medicina. —dijo.— Estoy haciendo mi maestría en cirugía plástica.

—¿No eres muy joven para ser doctor?

Dirigió su mirada a mí y asintió, pero no desvió sus ojos. Se quedó observando mi cuerpo tan inmóvil e inerte en la esquina de la sala.

Yo me sentí como una presa fácil de devorar.

—No lo entiendo, pero me atraen mucho las niñas que no saben comportarse. —escaneó mi cuerpo.

—¿Te gustan las rebeldes? —sonreí traviesa.

Pasó su lengua por los dientes y sonrió. Su mano con anillos adornando sus dedos llegó hasta mi cuello y lo rodeó.
La sensación de su piel rozando una zona tan erógena me puso loca.

—Quiero castigarte.

Crucé las piernas.

—Hazlo. —incité.

El quinto clímax del infierno +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora