Katsumi Dubois pensó que era una chica estadounidense promedio, hasta que visitó cierto santuario japonés. ¡Únete a Katsumi en su viaje por el Japón feudal con Inuyasha y su pandilla!
esta historia no me pertenece, solo la estoy traduciendo
esta his...
Katsumi sonrió mientras respiraba aire fresco y disfrutaba estirarse bajo el cálido sol mientras caminaba por la carretera con sus nuevos amigos. Una cosa que no extrañaba del futuro, aparte de los exámenes y las tareas, con las que todavía terminaba ayudando a Kagome la mayor parte del tiempo, era la contaminación. Habían pasado muchas cosas desde aquel fatídico día en que se cayó por el pozo. Desde que su madre la había entrenado en varias artes marciales, incluido el ken-do, Katsumi se había conseguido una katana y se unió a Inuyasha, Kagome y Shippo en su búsqueda de los fragmentos de joya. Resultó que Inuyasha y Katsumi se volvieron humanos en la noche de luna nueva (un descubrimiento que casi les había costado la vida), pero a diferencia de Inuyasha, la transformación de Katsumi en un humano duró tres noches y los dos días intermedios. Ninguno de ellos sabía por qué, pero Katsumi sospechaba que tenía algo que ver con los misteriosos genes youkai de su padre. Podía luchar bien debido al entrenamiento que su madre le había dado cuando era 'humana', pero desafortunadamente, Katsumi todavía estaba aprendiendo a dominar sus poderes youkai. A la pobre Kagome le robaron parte de su alma por una bruja, y fue usada para revivir a la ex de Inuyasha, Kikyo. Luego, conocieron al monje pervertido, Miroku. Una vez que llegaron a un entendimiento de que perdería la mano ofensiva si tocaba a Katsumi — o Kagome, para el caso — inapropiadamente, entonces todo estaba bien.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Más tarde ese día, cuando el sol se estaba poniendo, una banda de samuráis andrajosos galopó juntos por el camino en sus caballos, riéndose de su victoria más reciente.
-¡Eso fue un gran botín, jefe! -le dijo un samurái a su líder, refiriéndose a todos los fardos de arroz y otros bienes que habían saqueado. El líder se rió.
-¡Para un pueblo tan insignificante, seguro que tenían un tesoro! -se jactaba su jefe.
-Démonos prisa, Jefe. -dijo otro samurái con ansiedad. -Se supone que los youkais aparecen por aquí después del anochecer.
-¡No puedes ser un mercenario si tienes miedo de los youkais! -el jefe lo reprendió.
-¡Jefe, mire! -dijo otro hombre.
-¿Eh? -dijo el jefe mientras miraba hacia adelante y veía lo que parecía ser la figura de un hombre recortado contra la luz rojo-anaranjada del atardecer. El extraño, cuyos rasgos faciales no pudo distinguir, vestía una armadura que no había visto antes y vestía un kimono de alta calidad. El hombre desconocido también tenía un pelaje largo sobre su hombro, y su cabello plateado se balanceaba con la suave brisa. Para tener ese color de cabello, parecía seguro asumir que debía ser un viejo. El jefe se rió.
-Ah, eso es solo un simple humano. Qué armadura tan interesante tiene. ¡Mátalo y desnúdalo! -ordenó mientras desenvainaba su espada y dirigía a sus hombres en una carga hacia la víctima prevista.
No vieron la mano azul, claramente demoníaca y con garras, que sobresalía de una de las mangas del kimono de la figura. El hombre de cabello plateado se volvió hacia sus atacantes, revelando un rostro joven y hermoso antinaturalmente, y levantó el brazo inhumano. Sus ojos ámbar brillaron en rojo. La banda de samuráis rebeldes se dio cuenta de su error demasiado tarde cuando la misteriosa figura saltó en el aire y se abalanzó, destruyéndolos a todos de un solo golpe. Un diablillo verde emergió de los arbustos, riendo oscuramente.
