Capitulo III: Ira.

978 72 18
                                    

¡Cómo están las cosas! Han pasado dos viernes más en los que le he puesto a Camz excusas estúpidas para no tener que quedarme a dormir en su casa y tener que acostarme en su cama esperando que no me entren ganas de decirle dos cosas; primero, que busque tratamiento para todo ese movimiento de piernas y brazos que hacen que me despierte como si hubiera pasado la noche en una lavadora; y segundo, que me gustaría agarrarla, treparme sobre ella, abrirme paso entre sus piernas y demostrarle lo que es ser una conquistadora latina. Pero no podía hacer eso, y menos sabiendo que llevaba dos semanas viéndose con el maldito Hitler ese.

-Podríamos hacer algo después de follar, por cambiar un poco, ¿no? –Me dijo Lyuba mientras yo me abotonaba los vaqueros.

-¿Dormir?

-No, Lauren, dormir no. Salir por ahí a alguna discoteca.

-Sal, si quieres. –Le respondí con desgana.

-¿Y tú?

-Me voy a mi casa a beberme una cerveza fría y a descansar para levantarme mañana y trabajar.

-¿Y mañana? Mañana es viernes, podríamos salir mañana, tú no trabajas el sábado.

-No, pero duermo el sábado. Todo el día, y me gusta mucho dormir.

-Pues duerme, si vamos a salir por la noche.

-No quiero. –Respondí de nuevo. –Sal tú con quien quieras.

-¿Qué coño te pasa a ti ahora?

-¡Nada! Es hora ya de que dejen de preguntármelo. –Y salí dando un portazo, hambrienta de un cigarrillo que me aclarara las ideas. Sí, eso necesitaba. Sentarme en casa y aclararme un poco. Solo eso, no ocurría nada más. No estoy enamorada de Camila, no la quiero de esa forma. Ella es solo mi amiga, solo estoy pasando por una etapa delicada. Quizás eche de menos la comida casera, sí. Comer pizza casi todos los días no era sano y me estaba afectando al cerebro, haciéndome relacionar a Camila con un cálido hogar en el que se come algún estofado de vez en cuando. ¡Eso era!

-¿Cómo va tu cuelgue? –Rio Austin llevándose un trozo de asquerosa pizza a la boca.

-Va genial, y cállate ya con eso. –Me fui a mi habitación y me eché sobre la cama.

-Me ha llamado Camilika, dice que llevas días sin devolverle las llamadas y que está preocupada por ti. –Dijo asomándose por la ventana con el maldito trozo de pizza ese de nuevo.

-Si quieres conservar una mínima esperanza de que hable contigo en ese momento, tira esa puta pizza y luego vuelve.

-Madre mía, qué humor. –Se retiró volviendo más tarde, sacudiéndose las manos sobre el pantalón.

–Dime, Jauregui, ¿qué te pasa? Tú antes molabas. –Le eché una mirada asesina y luego volví a mirarme los pulgares.

-Creo que me estoy confundiendo con Camzi porque llevamos dos meses comiendo solo pizza. –El me miró un rato. Sus cejas fueron arqueándose lentamente hasta que explotó en una inapropiada carcajada.

-¿Tú te oyes? ¿Qué demonios tiene que ver? –Yo le ignoré, molesta, dándome la vuelta y mirando hacia la pared. –Lo que te pasa a ti es que no quieres asimilar tus sentimientos.

-¡No hay sentimientos, joder! ¡No hay nada!

Me fui de allí. Era tarde y quería beber. Beber mucho, mucho vodka. No. Primero me comería un buen plato de espaguetis en un restaurante, sí, me dejaría el sueldo allí y después bebería hasta no recordar mi nombre. Entonces podría pensar con claridad. Después de la resaca. Así lo hice. Me atiborré hasta que empecé a sentir que iba a dividirme en dos como una ameba y luego salí de allí, caminando a duras penas, intentando no pensar hasta estar muy borracha. Muy borracha. Tan borracha que parecía que lo veía todo a través de una lupa muy gruesa. Ahí paré e intenté relajarme al menos hasta poder enfocar los objetos.

La Sexta Fase. [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora