i. llevándolo a casa
Trata de no mirarlos. Trata de no escucharlos, porque eres mala persona, y mucho te gusta la risa de Harry, pero si no se ríe por ti no la soportas. Y sabes que nunca se reirá por ti, al menos no así. Con esos ojos tan brillantes y sus hoyuelos tan pronunciados... Te he dicho que no les mires.
Pero, ¿cómo no le va a gustar? Es más, ¿cómo podrías gustarle teniéndole a él cerca? Con su pelo rubio como besado por el sol, sus ojos azules claros, claros, claros. Los tuyos eran como el cielo oscureciendo, y los de Hollis eran como los cielos de las películas, esos cielos bajo los que los protagonistas se besaban y aparecía un «FIN» en letras grandes, y la chica —porque normalmente eran un chico y una chica— levantaba la pierna y había una música hermosa que te rodeaba por completo en la sala del cine. Así eran sus ojos. Pero los tuyos eran como esos cielos que veían los directores y decían: «Mejor grabamos otro día».
—¿Estás bien?
No. No estoy bien, gracias por preguntar, Zayn. Qué majo es Zayn. Es tan majo, tan buen amigo, que casi me dan ganas de llorar. Pero Zayn no puede verme llorar así que asiento con la cabeza y fijo la vista en la ventanilla. Pero no dejan de reírse, no dejan de reírse y no sé de qué se ríen, y esa risa se parece mucho a la risa que yo siempre provoco en Harry, pero es más ruidosa, y no puedo evitar que una lágrima se caiga en la ventanilla, y trato de no hacer ningún ruido.
A veces me pregunto si lo saben. Espero que, al menos, Harry no lo sepa, porque es vergonzoso. Pero, Zayn, Liam, Niall, Angie, Tori... ¿lo sabrían? ¿Por eso Zayn me ha preguntado qué tal estoy? Odio a Hollis. ¿Hollis lo sabría?
El coche para. El coche para y puedo ver por el espejo retrovisor la frente de Harry y cierro los ojos con fuerza porque no lo puedo soportar. Miro la casa de Hollis. Una típica casa suburbana. Dentro habrá una madre delgada con una copa de vino blanco en la mano y un padre que va al gimnasio que ha insistido en quedarse despierto junto a su mujer para asegurarse de que su único hijo llega bien a casa. Odio a Hollis. Lo odio.
—Me lo he pasado genial, chicos —dice, y yo no le puedo mirar.
No le puedo mirar mientras todo el mundo se despide de él. A todo el mundo le cae bien Hollis. A mí me cae bien Hollis. Lo odio.
—Espera —dice Harry, y acabo viendo cómo su mano aterriza encima de la mano de Hollis, y me revuelvo en mi asiento y cierro los ojos. El resto debe de pensar que estoy muy borracho. Y no existo para Harry hoy.
Harry sabría que estoy mal. Sabría que no estoy tan borracho. Pero hoy solo le importa Hollis.
Por el gritito que Liam y Angie han soltado, sé que se han besado. No puedo evitarlo y les miro justo cuando sus labios se separan, y veo a Harry sonreír, y a Hollis sonreír.
—Hasta mañana —dice Hollis, y sale del coche.
Y yo solo puedo pensar en llegar a mi cutre apartamento para poder llorar bajo las sábanas.