V. Él es tan malo, pero lo hace tan bien

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Después de intercambiar teléfonos, la comunicación entre ambos fluyó de forma natural esa semana.

Por las mañanas, antes de que Izuku terminara de desayunar, le enviaba a Touya un mensaje de buenos días acompañado de un gif divertido. Touya solía responderle con alguna broma y, en una ocasión, con una fotografía de sí mismo a punto de meterse a bañar. Izuku, por supuesto, aunque atesoró esa fotografía, guardó el celular de inmediato para evitar que Aoyama viera la foto.

Por las tardes, cuando Izuku estaba de camino a alguna de sus clases, recibía fotografías del salón de clases de Touya o la biblioteca, alegando lo aburrido que se encontraba. Él le contestaba con fotos de sus apuntes o de sí mismo con alguno de sus compañeros, y las acompañaba con algún dato divertido de ciencia.

Y, finalmente, por las noches, antes de dormir, dedicaban cerca de una hora a platicar, a preguntarse no sólo cómo había estado su día, sino qué les gustaba y disgustaba de la vida. En esos momentos, no había fotografías, mas ambos apreciaban las palabras intercambiadas.

Para cuando la semana pasó y el lunes de nuevo llegó, Izuku ya conocía su color preferido y a qué lugares quería viajar una vez hubiese terminado la maestría y hubiese ahorrado lo suficiente; por otro lado, Touya sabía que Izuku prefería el verano al invierno y que no podía disfrutar de una película de terror donde el protagonista preguntara quién se encontraba en la cocina en lugar de simplemente llamar a la policía.

Y, de nuevo, Izuku llegó a las cinco de la tarde al café, esperó media hora en la fila y ordenó su usual chai latte frío acompañado de un brownie para después sentarse en esa mesa que parecía tener su nombre grabado. Ahí, le dedicó una mirada más a Touya, quien trabajaba sin distraerse, y sacó sus libros para estudiar y realizar apuntes que después le servirían para continuar con su artículo.

Sin embargo, cuando lo normal habría sido que Shimura y Touya se quedaran después de las nueve y treinta a ordenar el inventario, Izuku vio a Tenko salir del café con un atuendo más formal del que acostumbraba.

—Maldito traidor, me ha dejado solo —dijo Touya a un lado de Izuku. Sostenía una libreta muy gastada en la mano derecha y una pluma en la izquierda.

—¿Está todo bien?

—Sí, su famosa y adinerada abuela está de visita en el país y dijo que quería ver a ese idiota. Esa mujer es agradable, pero no acepta un «no» por respuesta —explicó—. Y el idiota de Atsuhiro no quiso quedarse a ayudarme porque sus perros tienen un horario muy específico para mear, así que tiene que sacarlos a pasear o le arruinarán los muebles.

—Atsuhiro-san es el dueño, ¿cierto? Es una persona agradable ­—contestó Izuku cerrando su libreta—. ¿Y yo puedo ayudarte? —inquirió al tiempo que se apresuraba a guardar sus cosas.

—Tú no trabajas aquí, verde.

—Lo sé, pero no creo que Atsuhiro-san se moleste si te ayudo un poco. Seguiré todas tus instrucciones para no tocar lo que no debo —prometió cerrando su mochila y sonriéndole. Touya se acercó para darle un suave beso en los labios y le sonrió.

—Eso suena divertido —musitó. Izuku se sonrojó al malinterpretar sus propias palabras y las de Touya, y su acompañante rio—. Vaya mente que tienes, verde. Acompáñame a la cocina, entonces —dijo encaminándose hacia esa habitación—. No tenemos autorización para hacer esa clase de cosas, así que no te preocupes.

Izuku, aún ruborizado, se levantó y siguió a Touya. Años atrás ya había trabajado en una tienda de conveniencia, por lo que podía tener una idea de lo que le esperaba. Una lista de productos recibidos, un montón de cajas selladas y unos cuantos estantes donde acomodar lo que había dentro de las cajas.

Encantado de conocerte |DabiDeku|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora