Voz [Todos X Perú]

3

"Con la fantasía de llegar a él,
no se dio cuenta
de que no había un camino"

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-Oh viejo amigo- susurró por lo bajó, el teatro en la otra vereda aún en toda su gloria alumbraba la creciente noche, dio una última mirada antes de pasar de largo.

Embullo su cuello en la cálida chalina, esperando que nadie lo reconociera. No quería ver ni un rostro conocido o a alguien que pudiera alertar a su familia política que se encontraba en este lugar. Agradecía el cuidado de está, pero necesitaba tiempo lejos.

Doblando por la esquina, reconoció a lo lejos un pequeño edificio, apuró el pasó. La noche ya caía.

Después de atravesar una pequeña plaza, cruzó la pista hacia el edificio. No estaba alumbrado cómo los demás y las flores del balcón ya inundaban este. Su aspecto antiguo y la clara falta de presencia humana en está, daban un pista de lo abandonado que estaba. Aunque no por mucho, pero diferente a las otras veces, solo uno de sus dueños venían a visitarla.

Abrió la puerta de cristal y metal, entrando a la desolada casa, un pequeño espacio dedicado a una joven pareja. Ya no eran tan jóvenes y ya no había una pareja. Dejó sus cosas cerca de la puerta de la casa, una mochila y la llave del edificio, miró la desgastada alfombra y el vestíbulo que aún amaba. De un color perlado y una combinación de distintos tonos de rojos, blancos y azules, el candelabro aún colgaba cerca de las escaleras.

Recorrió el barandal de esta con los dedos, el hermoso acabado en caoba aún no había sido borrado por el tiempo. Subió los escalones con un pequeño sentimiento de tristeza, al llegar a la habitación de arriba, abrió las hermosas puertas.

Todo estaba tal y cual lo recordaba, la pequeña casa cerca del teatro Mariinski aún estaba ahí, amaba este lugar.

Se sentó en la cama, notando que nada había cambiado, al menos en está pequeña habitación. La ropa y los perfumes en su lugar, el foco anaranjado aún brillaba y daba ese color cálido a la habitación. Las almohadas y sábanas no habían sido retiradas.

Suspiró, un nuevo recuerdo inundaba su cabeza.

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-URSS ¿A dónde vamos?- el peruano miró las calles de San Petersburgo, reconoció éste camino -¿Vamos al teatro?- el hombre negó, con una sonrisa ante el puchero que el peruano hacía, pronto el gran teatro vislumbró, como siempre estaba lleno y aún a medio día, las parejas se tomaban de la mano y discutían sobre la función que verían.

Perú frunció el ceño cuando pasaron de largo.

Al voltear por un avenida y pasar de largo un pequeño parque, volteando a la derecha al finalizar la cuadra, llegaron a su destino, una zona residencial.

-Toma- Urss entregó a su novio un pañuelo de seda. Perú alzó una ceja cuando su novio colocó el paño en sus ojos, tapando su vista y amarrándolo fuertemente a su cabeza, pero sin causarle daño.

El latino esperó pacientemente a que su querido novio abriera la puerta del auto y le mostrará aquello por lo cual lo había sacado de la cama un Domingo. Guiado por su pareja bajo del auto, no tuvieron que caminar mucho para llegar, cosa que el sudamericano agradecía.

-Aquí- Urss agarró su mano, pasándole un pequeño objeto que el peruano no podía identificar -Ya puedes sacarte la venda- y tal como lo dijo, lo hizo. Miró al edificio enfrente suyo, de tres pisos y con un estilo barroco, lo amó enseguida.

La llave del edificio la tenía en sus manos, y Urss observó todo con una pequeña sonrisa.

-¿Qué significa esto?- mascullo, el soviético lo abrazó.

-Pensé que era bueno tener un espacio para los dos en está gran ciudad- y no sé equivocó. Ese pequeño edificio en esa helada ciudad, se convirtió en un pequeño refugio para estos amantes por un largo tiempo. Ahora, solo quedaba uno de ellos.

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-1 y 45 de la madrugada- murmuró, buscó a tientas, entre la oscuridad esa calidez que acostumbraba a tener. Buscó a su esposo por toda la gran cama y cuándo no lo encontró se levantó con inquietud, el frío era lo único que podía sentir sin él -Maldición- le hacía tanta falta.