Elian no sabe cómo es sentirse amado.
El hecho de que su hermana mayor lo esté ahorcando con una cuerda ahora mismo es la gran prueba de ello.
La espalda le dolía por todos los moretones que cargaba, las costillas chillaban del dolor, rogaba un milagro al cielo mientras hacía el esfuerzo por mantenerse despierto. Manoteaba las cuerdas y las estiraba. Se esforzó por alejar a la chica con sus manos, sin dejar de mirar la cruz en la cabecera de su cama con los ojos exorbitantemente abiertos, ya no creía en ese ser piadoso.
Solo era un niño que quería parar el tiempo.
La vida es dolorosa, tampoco es como si pudiera acabar con ella de alguna forma. Los deseos latentes de venganza estaban ahí, atados a su corazón, oprimiéndolo, no solo contra su hermana, también contra La Demonio que aún no ha hecho acto de presencia esa semana.
—Esto se volvió aburrido. Ya no es entretenido si soportas mejor el dolor que antes.
Le quitó la soga del cuello permitiéndole respirar, se sostuvo la garganta y la sobó en un intento para que el aire fluyera correctamente a través de la cavidad oral, escupió saliva sobre las sábanas tosiendo sin regulación, como si de un asmático en pleno ataque se tratara.. Miró de reojo a su hermana, deseando que desapareciera, que él desapareciera.
—Mañana encontraré algo más divertido que hacer contigo, puta fea.
No pudo decir nada para defenderse, la quijada le temblaba y la voz no le salía, otra vez.
La puerta se cerró de golpe, abandonándolo como siempre. Así se sentía siempre y así las personas desaparecían porque ninguna era permanente, ninguna estaba para él. Se recostó en su cama hecho un ovillo, llorando con fuerza contra la almohada, maldiciendo lo que no podía detener en murmullos silenciosos.
El celular comenzó a vibrar, tanteó el colchón que le repugnaba intentando no tocar nada debajo de la tela blanca, buscando el aparato mientras limpiaba las lágrimas con el dorso de su muñeca, necesitaba distraerse, aunque fuera solo un poco. Arrojó las almohadas a los pies encontrando su teléfono escondido ahí abajo, pensando que quizás lo dejó ahí cuando la Demonio lo visitó en la mañana, no recordaba si había sido exactamente esa mañana, no recordaba siquiera si fue ella.
Arrastró el celular hasta llegar a él, encendió la pantalla con el pulgar encontrando un extraño fondo, era una pantalla negra con un círculo de aro brillante púrpura coincidente con el color de su cabello teñido, en el centro pedía presionar dos veces para obtener la versión más actualizada disponible, no tenía interés así que presionó sin dudar.
Veía el porcentaje elevarse concentrado únicamente en el número. Lo único interesante que tenía era la libreta de dibujos, pero no deseaba hacer más ruido del que le gustaría. Bajar la escalera, tomar el lápiz que más aprecia y usarlo para dibujar era una molestia, mañana dibujaría lo que se le antojara en el cuaderno.
Una vez se completó la instalación apareció la pantalla de bloqueo, no tenía nada que hacer debido a las horas. Desbloqueó la pantalla mirando la nueva aplicación en la pantalla principal, frunció el ceño, extrañado de lo que veían sus ojos.
—¿El Sitio? ¿Descargué eso?
Trató de hacer memoria, no había rastros de ese juego. La aplicación tenía una portada con un báculo y una esfera en el centro, ambos de color negro, todo lo demás era rosado. Abrió la aplicación deseando curiosear esa no tan llamativa red que de seguro venía con la actualización.
—¡Bienvenido, persona! ¿Deseas jugar? ¡Presiona la ruleta y gana tu varita!
Una chica colorida con cabello rubio de aspecto chibi bailaba animando a clickear el botón de ruleta, dio una vuelta con un pie levantado moviendo su varita, volvió a apuntar el botón y reiteró su acto con otros bailes, posando de distintas formas y haciendo pucheros.
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El Sitio
General Fiction¿Cansado de ser abusado? ¿Cansado de recibir amenazas? ¿Cansado de sufrir? Mantén la calma, El Sitio te entregará una a̶r̶m̶a̶ varita para deshacerte de esas molestias o hacer lo que te venga en gana, es tú decisión. Quizás te preguntas ¿Cómo encue...