●CAPÍTULO CUATRO●

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Las escaleras son empinadas y largas parecen interminables, al verlas me falta la respiración de sólo pensar que tendré que subir todos esos escalones, uno por uno.

Una barra de metal que funciona como agarradera la adorna del lado izquierdo, con la precaución de que las personas no vallan a caer. Sí, existen toda clase de seres humanos, y no puede faltar el torpe que todo le sale mal, incluso imagino como pueden tropezar con sus propios pies, perder el equilibrio y caer.

Por personas como ellos existen las precauciones más innecesarias.

La luz de la bombilla empieza a fallar, parpadeando constantemente. Milla se aproxima hasta la escalera procediendo a subirla. Sólo espero que no viva en el último piso. Acomodo las bolsas que cargo, ya que antes de venir ella ha comprado cosas y parece que se cargó la tienda completa. Luego de haber hablado con Allen, Milla salió a alcanzarme haciendo un interrogatorio sobre lo que pasó, me ahorré contarle todo y sólo dije que quería que le ayudase a encontrar algo. Aunque al principio no parecía creerme, al final terminó cediendo, obligándome a esperar que su turno de trabajo terminará y dos aburridas horas después estamos en su casa.

Gotas de sudor se forman en mi frente y un poco de nervios me recorre. No es de menos, hoy conoceré a los pequeños gemelos Parker, alias diablillos nombrados por Milla. He escuchado muchas cosas de ellos por medio de ella, y las sobresalientes son las malas. Molestos. Insoportables. Guerrilleros. Rompe cosas.

No es que me esté acobardado o queriendo volver atrás, es que nunca he tratado con niños y menos guerrilleros. Pero eso no es lo peor, temo perder mi temperamento y hacer algo indebido con ellos, en pocas palabras gritarles o pegarles indebidamente. Sin darme cuenta me había detenido mirando a la nada con seriedad, Milla se dió cuenta y me miró sin comprender.

Soohye camina, hay mucho que recorrer—levanta las bolsas en sus manos notando lo pesadas que son y señala hacia arriba.

Me acerco y tomo una de las bolsas que carga para tratar de ayudarle.

—Sólo por curiosidad, ¿en cuál piso vives?—la miro expectante, ansiosa por su respuesta.

Una sonrisa torcida se acomoda en su rostro que, por alguna razón, no me da buena señal.

—Pues he estado ahorrando y el precio es más cómodo que el de los demás—sí, sí, no es necesario que entres en detalles, ¿qué piso? Y como si leyera mis pensamientos dice: —último piso, por ser tan alto los demás no quisieron rentarlo.

—¡Y tú lo hiciste!—exclamo sin poder evitarlo. Este lugar tiene como trenta pisos, y el ascensor tiene un letrero de que no está disponible—¿Cuál es el último piso?

Subo los escalones con desánimo.

—El número trenta.

¡Tengo que dejar de pensar!

Unos diez o quince minutos después estamos frente a la puerta del que asumo es su departamento. Milla introduce la llave en la cerradura y la abre como si nada, al menos no me he cansado tanto como pensé que lo haría, al parecera aún sigo en forma.

Ella me indica que pase y cerrando la puerta detrás de mí, entro. Doy un pequeño y disimulado recorrido con la mirada al lugar. No es un lugar llamativo, pero tampoco está mal, cortinas con estampados de dinosaurios cubren las paredes, escondiendo así el color blanco que éstas tienen. Una diminuta pizarra cuelga en un rincón cerca de un escritorio, ésta siendo llenas con ejercicios de matemática no resueltos.

Juguetes dispersos por toda la sala. Fotos están colocadas en una mesa, diviso un par de niños idénticos vistiendo la misma ropa sonriendo, la única diferencia es que uno de ellos sonríe mostrando sus dientes, mientras el otro muestra una sonrisa de labios cerrados. Una feliz pareja tomadas de las manos los acompañan, el parentesco de los gemelos con ellos es mucho, así que sin duda son sus padres, y de el lado derecho está una seria Milla.

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⏰ Última actualización: Jun 19, 2022 ⏰

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