°4 de enero°

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Soy el doctor Chris Mousiki; tengo un título en la carrera de biología marina y hace ya un par de años terminé mi especialidad en comunicación animal. Actualmente trabajo en el Centro de Conservación Marina SOLDI, en el área de laboratorio; usualmente me ocuparía de revisar el PH del agua de la zona y hacerles estudios recurrentes a los animales que tenemos en el centro y ocasionalmente apoyando para la rehabilitación de algunos animales en busca de que recuperen su libertad despues de algun accidente, pero no es lo que tengo que contar. Lo que me tiene aquí, es la historia que probablemente podría convertirse en el pináculo de mi carrera y lo que me lance a codearme con personas conocidas para dejar de ser un laboratorista, aunque de lo último no estoy del todo seguro.

Entre los medios locales se hizo público que un par de semanas atrás un acuario que a la vez la funge como hospital marino había recibido un llamado para atender el caso de lo que en primera instancia creyeron que sería una foca o delfín herido por las marcas de redes de pesca y anzuelos que tenía enterrados en la piel. Mi compañera de trabajo, la doctora Paula Valentine habló con nuestros superiores durante días apenas supo de la noticia, y con el visto bueno de aquellas personas, comenzó a hacer negociaciones con el acuario para traerla a nuestras instalaciones y poder estudiarla con todo el equipo que no podemos transportar, claro, una vez que sus veterinarios especializados en la rama dieran el visto bueno de que era seguro que hiciera un viaje hasta acá. El centro de conservación donde trabajo se encuentra en la zona costera, pero el espécimen se encontraba a casi 750 kilómetros al oeste; un mal movimiento durante el viaje y la vida de esa criatura podía correr peligro.

Hoy, después de días en los que nuestros ingenieros y equipos de científicos estuvieron preparando el lugar para su llegada, el espécimen llegó a nuestras instalaciones en un tubo de cristal lleno de agua y comprendí qué era ese algo que Valentine no me quería decir pero que demostraba más que ansias de traerla con nosotros. Lo que se encontró en esa red no era una foca y mucho menos un delfín.

Ante mis ojos tenía a una auténtica sirena de carne y hueso.

Ver a la doctora regresar con aquella criatura de piel moteada, con manos tan similares a las mías exceptuando esa membrana que une sus dedos, sentí en mi interior lo que seguro sentían los recién llegados a esos espectáculos con ballenas asesinas; estaba maravillado de ver aquella criatura tan de cerca. Se le dio su espacio en una de las piscinas que tenemos en el centro y que fue re adaptada para esto, lugar desde donde desde mañana comenzaríamos su estudio.

Es por eso que camino a casa me he detenido en una tienda a comprar un cuaderno con candado y he decidido llevar una bitácora. Quiero llevar el registro de todo lo que haga y de mí experiencia, no solo con una criatura mítica protagonista de miles de leyendas pescadoras, sino que la confirmación de una teoría científica por la que llegué a tener mucho interés cuando estaba en la universidad. Si todo sale bien, dentro de poco la comunidad científica dejará de considerar la teoría del simio acuático como una locura más.

Tormenta de Ojos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora