Póker.

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Nikolai Ivushkin.

No... Este debe ser otro sueño. Ella no puede ser Anya. Siento un hueco en el pecho, un vacío en mi corazón y la falta de aire en mis pulmones.

Me atraganto y toso por reflejo, caigo de rodillas pero por suerte un arbusto me cubre. A través de él veo como ella observa mi ubicación pero no se mueve, yo tampoco hago movimiento alguno. Anya fija su mirada en el tanque, observándolo detalladamente con ¿Melancolía?

Hizo un movimiento de labios, pronunciando una palabra que puedo reconocer. Una palabra, no. Un nombre. Un nombre que me duele y a marcado mi vida. Un nombre que dejó su huella en mí.

Klaus.

¿Qué haces, Anya?

No voy a salir de mi escondite hasta que ella se vaya. Ella mira hacía delante con la mirada vacía, pero sé el caos emocional que afronta todos los días.
Miró el tanque por última vez y se fué por donde vino, a pasos cortos y tranquilos.

Me quedé un rato estático, mirando detalladamente sus delicados movimientos y sin comprender qué estaba pasando; mi mente estaba en blanco y yo tenía la boca abierta como un bobo.
Salí de mi escondite sigilosamente, con suaves pasos me fuí hasta la cabaña. Procuré ser más rápido que ella, logrando mi cometido.

Entré y cerré la puerta de un portazo, me recargué en ella pues sentía mucho cansancio y pánico; la ansiedad recorría mis nervios y sentía temor de que mi plan fracasara, podía sentir mi corazón golpear mi pecho con fuerza como si éste se fuera a salir.

Stepan Vasilyonok.

—¿Creen que sea buena idea?

—no lo sé, ¿Con qué nos excusaremos?

—por favor, ver a Nikolai enojado debe ser lo más gracioso en el mundo. Cumpliría cualquier castigo con solo verlo furioso— declaré.

—en todo caso, decimos que fué idea tuya.

—¿Eh? ¡Oigan, no sean así! ¡Ustedes también quieren ver a Nikolai enojado!— reproché.

—nos contagiaste las ganas de saber cómo sería.

—agh, tontos— me crucé de brazos y les dí la espalda.

Nikolai Ivushkin.

Me permití respirar bien y normalizar mi respiración. Suspiré y fuí a la cocina por un poco de agua: Allí fué cuando me percaté del olor a quemado. Olfateé el olor en busca de su origen dando al patio trasero de la casa. Venía tan apresurado que se me olvidó respirar y por ende, no sentí el olor a quemado.

Había un pan (quemándose) dentro de un pequeño horno de barro el cuál nunca había visto, puesto que nunca me permití explorar tanto: solo conocía el campo, el lago, el puente y aquel magnífico lugar del bosque.

Sacrificando mis manos, abrí la puerta del horno y saqué el pan. Mis manos ardían y yo apretaba los dientes para no insultar en cualquier idioma existente.
Dejé el infernal pan arriba de la mesa y lo miré con furia.

¿De verdad me había enojado con un estúpido pedazo de pan?

Imaginaba que el pan tenía una cara y éste se burlaba de mí desgracia y que disfrutaba de como sufría con las quemaduras en mis manos. Crucé mis brazos delante de mi pecho y bufé, miraba aquél pedazo de pan con desdén y repugnancia.

De repente, le saqué la lengua. Mi gesto me causó gracia, nunca me esperaría actuar así de infantil.

Te has vuelto loco, dijo una de las tantas voces de mi cabeza.

Más allá del T-34 (Klaus Jäger × Nikolai Ivushkin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora