1. no rules when you show up

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🔮🪄 capítulo uno
sin reglas cuando apareces

WESTVIEW, NJ — 1950

Violet se preguntaba muchas cosas, guardaba muchas inquietudes dentro de sí. Como sobreviviría la siguiente semana, adónde huiría la próxima vez, si realmente había alguna omnipotencia que pudiera salvarla, y en caso de que la hubiera, ¿porqué la hacía sufrir tanto?

En Westview todo eso acabó, no tenía nada porque preocuparse, no tenía heridas ni cicatrices. No había nada de lo que ella había sido, en el sentido más literal de la palabra. Solo que, por supuesto, ni ella ni nadie sabía aquello. Y Agatha Harkness se aprovecharía de ese espacio en blanco que la rubia representaba.

Totalmente ajena a todas las verdades que ocultaba su entorno, Violet despertó aquella mañana entre sábanas de seda, en una gran casa para ella sola, con cientos de comodidades y lujos al alcance de su mano, donde todo aquello debía ser completamente normal.

Paseó por la cocina tras levantarse, en busca de algo tan simple como el café que necesitaba para despertarse por completo y no había en ninguna parte, al parecer debía ir de compras porque le faltaban muchas cosas en sus alacenas que no recordaba haberse acabado. Así que buscando una solución más rápida y efectiva, decidió que le pediría un poco a su amiga Wanda que ahora era su vecina. O tal vez Wanda lo decidió por ella.

Después de todo, la sokoviana era el centro de aquel pueblo, la entidad llena de magia que la bruja oscura estaba siguiendo desde que sus poderes habían estallado en aquel desesperado deseo.

A la vez que la rubia salía de su casa por la puerta trasera para evitar ser vista, la bruja se detuvo frente a la casa de Maximoff y se transformó en una versión de si misma que encajara con el lugar. Violet no había pedido nada de aquello, Agatha había manipulado todo para poder ser parte. Como el cambio de su nombre, su historia y su comportamiento al presentarse con Wanda, mientras la rubia había entrado por la puerta trasera de la misma casa, sin reconocerla del todo aunque seguramente pasaba mucho tiempo allí junto a su amiga.

Ninguna se comportaba como si misma, podría decirse que era lo único que tenían en común hasta ese momento.

— Wanda, ¿hola? —llamó a la puerta, pero nadie abrió.— ¿Permiso? —preguntó al aire al ver que la puerta estaba abierta.— Ya pasé, da igual.

Entró y para su mala suerte en la cocina no había nadie y tampoco rastros de café hecho.

— ¡Wanda! —siguió llamando mientras se dirigía a la sala.— Pulgarcita, ¿estás aquí? Ay, Wanda, gracias a...

Sonrió por unos míseros segundos al ver a su amiga, hasta notar que no estaba sola. Una pelinegra de sonrisa maliciosa estaba junto a ella, y debió saber que sería un problema, pero sin una conciencia propia que distinguiera el bien del mal, su máscara resultaba convincente.

— No sabía que tenías visitas... —explicó la rubia intentando justificar su aspecto, con su cabello aun recogido en rollos y vistiendo su bata de seda sobre la pijama, la cual ajustó al ver como la desconocida la examinaba, creyendo erróneamente que criticaba su descuidado aspecto, cuando era todo lo contrario.

— Oh, Violet, —exclamó con sorpresa la dueña de la casa.— ella es Agnes. —presentó a la mujer, que la saludó con su mano llena de entusiasmo.— Nuestra vecina que vino a saludar.

— Miren nada más. —Agnes se acercó a ella con una sonrisa ladina.— No sabía que tenía dos nuevas vecinas, ¡que excelente noticia! Más para jugar bridge.

Y en cuanto sus manos se juntaron en un saludo, Agatha tuvo una idea. Quería el poder de Wanda, pero de Violet quería algo más.

No jugaría solo a las cartas con ella.

DOLLHOUSE ◇ a. harknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora