Capítulo uno

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—No deberíamos de entrar ahí —la advertencia de Elian resonó en el espacio, haciendo eco. No sabía con exactitud en qué momento había accedido a la propuesta de sus amigos de investigar lo que sus hermanos mayores se tenían entre manos.

Hacía meses que los oían hablar con palabras claves, los escuchaban irse a las tantas de casa, mantenían conversaciones sospechosas... Como si estuvieran haciendo algo peligroso e ilegal de lo que nadie debería de enterarse jamás. Elian no quería hurgar en sus asuntos, confiaba en su hermana Yanelis y sabía que no haría nada que pusiera en riesgo su vida o la de alguien más, había estudiado duro para llegar a ser científica y no lo echaría a perder así a la ligera.

—¿Por qué diablos hemos traído a Elian? ¿No veis que solo es una molestia? —se quejó Joss, poniendo sus ojos en blanco—. Además, tengo la sospecha de que va a delatarnos y se lo contará todo a nuestros hermanos.

—Eso no es cierto —replicó él, con clara molestia.

Nunca se habían llevado del todo bien, había cierta enemistad entre ellos pero nadie sabía cuál era la razón. Ni siquiera los demás chicos del grupo sabían a que se debía, habían crecido todos unidos gracias a la amistad entre sus hermanos mayores, todos los recuerdos de la infancia los tenían los cinco juntos.

—Dejad de comportaros como críos —espetó Ricky, dándoles una mala mirada, sus actitudes infantiles e inmaduras lo molestaban a gran escala. Se podría considerar el más responsable del grupo, aunque el mayor fuera otro.

—Una cosa... ¿Aquí no hay luz? —cuestionó Christian, el mayor de los cinco y también el que había ideado el plan maestro para colarse en el inmenso laboratorio que sus hermanos tenían en las afueras de la ciudad—. Llevamos media hora caminando y cada vez se ve menos.

—La oscuridad le da aires misteriosos —indicó Joss, con una sonrisa malévola dibujándose en los labios—, además de que si encendemos las luces llamaremos más la atención.

—¡Dijiste que Emanuel no volvería hasta dentro de dos días! —exclamó Zack—. Tu hermano es el único que nos preocupa ahora, sabemos que los nuestros están acupados en sus asuntos.

—Yanelis está con su marido y sus hijos —murmuró Elian.

—Yashua está cuidando de la abuela que se ha enfermado la semana pasada —indicó Ricky.

—Jonathan viajó a Ecuador, como suele hacer todos los años por esta época —chasqueó Christian.

—Y Carlos visitó a papá, que está en otro país con sus otros hijos y su nueva mujer —bufó Zack, casi con molestia.

—¡Confiad en mi cuando os digo que Emanuel no vendrá! —chilló, ante la mirada acusadora de sus amigos.

Los chicos suspiraron resignados, ya era demasiado tarde para echarse atrás, ya se encontraban frente a la puerta que los llevaría al laboratorio. El lugar estaba un poco abandonado, los científicos tenían otro laboratorio cerca de ese y lo usaban para los encargos privados, hacía poco tiempo que crearon la solución a una importante enfermedad que afectaba a medio mundo. En el laboratorio en el que los chicos se encontraban era donde hacían sus experimentos personales, se esperaban encontrar simples mezclas líquidas que no servirían para nada o algo por el estilo. Pero no tenían ni idea de lo que allí dentro había en realidad, el mayor secreto guardado de sus hermanos.

Joss encendió las luces en el momento que abrió la puerta, un amplio laboratorio les dio la bienvenida, tal y como se lo esperaban.

—Bueno, no hay ningún muerto oculto ni parece que estén creando una bomba nuclear, ya podemos retirar nuestros culos de aquí —dijo Elian, intentando no verse demasiado nervioso.

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