Nadie sabe la verdad

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Ese día estaba nublado, se veía triste, apagado, pero no hacía frío, Jungkook caminaba tranquilamente por el borde la carretera siempre vacía, abandonada, podía sentir la brisa que golpeaba siempre a esa hora, sus manos temblaban pensando en que le podría decir a Yoongi para solucionar las cosas, ciertamente ese día había ido más temprano para caminar con calma hacia su lugar de encuentra y darse un espacio de tranquilidad para pensar, pero ahora estando a pocos metros se daba cuenta del terror que sentía de llegar y quizás no encontrar a su amaba frente al tronco del hermoso árbol de cerezo.

Miró la hora en su celular, seis con cuarenta y cinco, aún tenía quince minutos para pensar las cosas, estaba a pocos metros del árbol, podía verlo a la distancia, pero no veía a Yoongi, el terror lo invadía, pero no podía dar un solo paso, entonces el sonido de las ramas lo sacó de sus pensamientos.

—Viniste.—Dijo Yoongi frente a él con un tono serio y demandante.

—Nunca dejare de venir, lo sabes.—Respondió.—Jimin no lo sabe, solo fue a decir estupideces.

Pudo sentir como Yoongi botada una bocanada de aire como si la hubiera estado reteniendo por mucho tiempo, su rostro por fin había abandonado la dureza que había pertenecido desde ayer, ahora podía ver lo calmado que se sentía por cómo se asomaba la pequeña sonrisa en sus labios.

—¿Entonces no te separarán de mi? —El tono esperanzador a punto de quebrarse de Yoongi lo sorprendió, el pálido no solía ser alguien que se quebrara tan fácilmente frente a él.

—Amor, nadie nos va a separar.—Los brazos pálidos lo rodearon alegre al igual que las lágrimas calientes cayendo en su hombro.

—Tenía tanto miedo de no volver a verte.—Susurro Yoongi entre pequeños hipidos de llanto.

Jungkook se sentía en casa, querido, cálido, ahí sentado en el húmedo pasto bajo el árbol de cerezos con su novio entre sus brazos, no esperaba que la gente lo entendiera, ni lo apoyara, ya no le importaba mientras Yoongi lo estuviera esperando ahí debajo del árbol de cerezos.

Finalmente cayó en los brazos de morfeo.

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Disculpen las faltas ortográficas

Chinmokushi

A las siete | Kookgi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora