17 Octubre 1967
" La realidad se había vuelto difusa, mientras tanto la agonía creaba al mundo perfecto "
Estos últimos días de invierno se habían vuelto absurdamente más cálidos. A pesar de la densa niebla que se formaba cada vez que pequeñas gotas brotaban del cielo, afuera parecía estar todo normal; las calles abarrotadas de gente, la campanilla del café sonando una y otra vez sin cesar, y aunque por momentos sentía que el tiempo se había detenido, sabía que para los demás era una realidad el correr contra reloj.
Entonces me di cuenta de algo; no era la gente a la que odiaba; lo que en realidad detestaba era lo tormentoso que eran sus vidas; no cabía duda que vivir con prisa era todo lo que ellos querían, según decían, Cui niente sa, di niente dubita. Era una buena frase, indudablemente, es solo que no sentía lo mismo que ellos; para mí la vida era efímera, tenía miedo de sentir tanto y luego no saber qué más hacer; estaba acorralada, lo sabía; al parecer siempre he vivido de esa forma, mejor dicho, sobreviví a lo que fue mi vida.
Gracias a él tenía un sueño; evidentemente, este se fue sin prisas; quizá olvide cerrar las ventanas; tal vez yo lo empuje a eso.
He perdido el sentido, me siento a la deriva.
De momento a otro la oscuridad nubla la poca lucidez que tenía: con cada paso que daba podía vislumbrar su silueta, sentir su aroma... Maldito aroma.
Estaba parada en el umbral de la casa, tenía los brazos extendidos, quería correr hacia ella, pero dos anclas enormes se habían clavado sin razón alguna en lo que se puede llamar piernas, estúpidas piernas de mierda. En un instante mis palpitaciones eran toda una locura; cada segundo que pasaba me sentía desfallecer, me estaba hundiendo, era inútil; mi cuerpo solo daba espasmos mientras pequeñas burbujas escapaban de mis labios.
¿Qué curioso? Al parecer ni siquiera me encontraba de pie; mi cuerpo se hallaba sumergido en un inmenso mar negro, el agua cubriendo cada intento de oxígeno perdido. ¿Qué fatalidad, hasta en mis últimos momentos soy patética?
°°° —Mamá, mamá, no te vayas, por favor, no te vayas. —El nudo que sentía en la garganta no me dejaba articular más que balbuceos, pero aun así esperaba que ella pudiera entenderlos. — Mamá, no otra vez, por favor. °°°
—Hey, quédate conmigo, abre los ojos, estoy aquí. Mírame. — Podía oír él como la voz de Conny se iba apagando poco a poco.
°°°—Niña, ven aquí pequeña. ¿Acaso, no me has extrañado? — Mamá estaba aquí, conmigo. Preguntando algo absurdo, porque no sabe cuanta falta me había hecho. °°°
El eco de momentos inexactos era acallado por las conversaciones escandalosas que musitaba Connny; aunque adoraba a esta mujer, justo ahora estaba siendo un dolor de cabeza. Quería escuchar la voz de mi madre, sentir que aún seguía conmigo, sentir ese anhelo que me impulsaba hacer este tipo de cosas para poder verla. Todo se estaba descarrilando, pero si esto me traía la posibilidad de verla, pues estaría pagando con gusto mi condena.
—Niña. ¿Por qué lo hiciste? — Al verla pude notar que tenía los ojos hinchados, estaba triste y todo era mi culpa; la había hecho llorar; le hice la promesa de que nunca la haría llorar de nuevo y ahí estaba yo, en una cama de hospital con una intravenosa en el dorso de la mano, y con unas ganas inmensas de golpear mi estúpida cara.
En sólo cuestión de segundos, las lágrimas de Conny ya habían cubierto por completo mi rostro. —Conny, yo-o, lo siento. —besé su frente y le di una pequeña sonrisa.
—¿Sabes cómo me sentí, cuando me dijeron que una joven había corrido hacia el muelle? No quería pensar que eras tú la que había hecho tal cosa; rogaba al cielo de que no fueras tú; qué decepción más grande, me prometiste que ya no lo harías. ¿Por qué lo haces?— Sus hipidos le impedían hablar con normalidad, pero aun así decidió regañarme y eso estaba bien. Me sentía protegida. Sabía que ella siempre estaría para mí, al igual que yo para ella.
Sin pensarlo dos veces, me lance hacia ella y la abrace fuertemente. Se sentía tan cálido; sinceramente no sé qué habría sido de mí si esta hermosa mujer no hubiese aparecido en mi camino.
Y fue justo ahí cuando recordé lo que mamá había dicho. —Tú, no significas nada para ella, solo te está utilizando, piensalo, por que aparecio justo cuando yo dejé de estarlo, ¿Acaso no extrañas a mamá? — La sonrisa socarrona que surcaban sus labios no eran más que traumas míos que nunca dejaron de estar; sus ojos escudriñando cada movimiento que daba, era retorcido e hipnótico, al parecer nada ha cambiado.
En un par de segundos había vuelto a ese lugar inhóspito, allí donde nada es cálido ni reconfortante. (Fuera de sí)
—El doctor dijo que podríamos irnos en cuanto estés lista. ¿Qué quieres hacer al llegar a casa? — Casa, esa palabra me había sacado del trance en el que me encontraba. — ¿Qué te parece si tomamos una deliciosa taza de café, mientras apreciamos la vista nocturna? ¡Hey!
—Estaría bien, aunque dudo que hoy salgan estrellas. —Su mirada pensativa hizo que ambas saltáramos en carcajadas. — Me alistaré rápido para ir por ese café.
Al llegar a casa, fuimos directo hacia el jardín. Al parecer Conny ya tenía todo planeado, así que solo nos quedaba relajarnos en las tumbonas que ella había montado.
La noche se encontraba en su punto más alto, haciendo que las estrellas brillaran con el gran resplandor de la luna; sabía que al igual que yo, Conny esperaba cada fin de invierno para ver si ese alguien regresaba, y aún sabiendo que era inútil, decidimos quedarnos apreciando cómo poco a poco el cielo se iba tiñendo de un rojo carmesí, atrayendo consigo a los rayos del sol que se asomaban por encima del horizonte; al poco tiempo podíamos oír el dulce canto de las aves, dando por finalizado un perfecto amanecer y el comienzo de otra primavera...
Durante cada año en esta misma estación, podía apreciar una faceta distinta de Conny. A pesar de ser una persona mayor, siempre demostraba tener un alma joven; nunca la vi derrumbarse ante situaciones agobiantes; siempre tenía algo que decir cuando alguien más lo necesitaba. Las personas que llegaban al café casi siempre iban para recibir un consejo o un abrazo por parte de ella; todos decían que era como una madre para todos en el pueblo.
Y aún cuando la luna dejó de brillar, Conny logró que la oscuridad se desvaneciera y una historia cualquiera se convierta en una dulce melodía, y aunque los momentos difíciles no habían quedado atrás como tal, ahora sabía que no estaba sola, la tenía a ella, y sutilmente también estaba él, donde quiera que se esconda, siempre lo recordaré.
No necesitaba más que esto, no por ahora, quizá los errores del pasado pueda enmendarlos ahora con Conny. Quizá, esa insignificante pieza que le falta a mi vida, sea Conny, era absurdo por que nunca crei confiar en nadie de nuevo, pero tal vez esta vez sea diferente.
(Pensamientos distorcionados)
Sin embargo, lo que no cambia son los demonios, esos espectros que te acechan de noche, aquellos que tienen estacas en vez de dientes, monstruos inmensos de piel fría, tiranos malhechores de los que por alguna razón siento intriga.
En donde estés, te extraño mucho.