10. Circulo de la vida

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La vida siempre da vueltas. Es una gran montaña rusa que a veces nos tiene en la cima del mundo, queriendo más, eufóricos, y a veces en el subsuelo, pidiendo por un poco de piedad. Y así como uno se aleja de las cosas, pueden volver del mismo modo.

La vida es un círculo, así como empieza, termina. Y esa fue una de las razones por la que regresé a Clemencia. Tenía casi 22 años cuando el padre de mi mamá se murió; fue un evento tempestivo, dramático y triste.

Más allá que la muerte siempre fue un tema que tenía presente en mi vida, no era algo que había vivido tan de cerca. Ver a las personas de mi familia morir, a las cuales no era cercano, era como un tramite. Sentir pena y tristeza por la vida que se fue, sin estar seguro si me sentía así, desearle los mejores deseos a los familiares que quedaron, y mantenerse diplómatico durante el funeral y actos velatorios.

Aún no sabía qué era para mi la muerte, no me resultaba chocante pero tampoco era algo que me agradara hablar o pensar en ella. Era como un fanstasma que sabía que algún día llegaría y había oido mucho de su presencia, pero nunca veía.

Volver a Clemencia durante esos días significaron varias cosas. Lidiar con mis propias inseguridades y emociones las cuales no eran muy claras. ¿estaba triste? ¿tenía miedo a la muerte? ¿extrañaría a mi abuelo? La respuesta de mi conciencia siempre era un incómodo silencio.

Sentía que debía importarme más allá de que algo en mi no lograba hacerlo funcionar.

Tenía que lidiar con mi familia, la cual estaba muy triste. Y si no sabía lidiar con la muerte, menos con las personas vivas que quedaban en medio del duelo. No solo había sentimientos de tristeza, de alguna forma, siempre aparecen otras sensaciones; amargura, rencor, ira, odio.

De alguna forma, en medio del duelo, las personas encontraban formas de pelear o negociar por algo. Era extraño verlo desde afuera, pero noté cómo mi madre con mis tíos pasaron por un periodo en el que todos estaban unidos por el dolor, hasta que el peso de la realidad volvió a todos contra todos.

Me sentía espectador de una serie dramática.

Durante el velorio que se hizo de mi abuelo, decidí permanecer lejos de su cuerpo y de la familia. Prefería retirarme al patio o habitación lejos de la sala principal, para tener espacio. Con el paso del tiempo fui viendo la solemnidad perderse hasta quebrarse; por momentos las personas olvidaban donde estábamos y en medio de qué situación. Incluso escuché algunas carcajadas que se apagaron estruendosamente.

— Allí viene tu amigo —dijo mi prima con falsa alegría e ironía. Tarde en reconocer de quien hablaba hasta que vi el cabello oscuro y la espalda de Ashton. La miré con curiosidad y cierto desdén la forma en la que ponía expresión burlona—. Por favor, todos sabemos que lo odias. En cada reunión familiar solo te la pasas alejándote de él, ignorándolo o huyéndole —agregó.

Estuve un tiempo para procesar que todo ese comportamiento era principalmente durante mis años de adolescencia, pero no iba a gastar mi tiempo explicando algo que no le interesaba ni le importaba. Ella aún continuaba resentida porque luego de ese primer beso cuando eran niños ninguno de los dos terminó siendo nada.

Suspiré entrecortadamente, apoyándome contra la pared mientras fumaba un cigarrillo y lo veía buscarme en esa habitación llena de personas. Mi prima siguió murmurando por lo bajo cosas que no escuché. Ash tardó unos minutos en encontrarme, con el fantasma de una sonrisa cruzando sus labios, siempre manteniendo su expresión y actitud estoica.

— Ugh viene para acá —se quejó ella, buscando hacia dónde huir.

— Deberías aprovechar y decirle cuanto extrañas sus besos de niños —canturreé por lo bajo maliciosamente, mirándola de soslayo. Ella lució ofendida, luego enrojeció, y se cruzó de brazos.

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