Día 1: El inicio de nosotros (De citas de juegos y galletas de dinosaurios)

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Título: De citas de juego y galletas de dinosaurios

Sasuke mordió su labio inferior, sintiéndose tímido por primera vez en su corta vida.

Sus ojos vagaban por todo el panorama frente a él, pero evitaban con fervor mirar hacia el lado derecho, temeroso de que, si lo hacía, entonces no podría apartar la mirada nunca más.

Eso es lo que su hermano le dijo que pasaría si lo hacía, y Sasuke, de apenas siete años de edad, estaba aterrado de solo pensar que pasaría el resto de su vida sintiendo el torbellino en su estómago, el calor de su rostro y la sensación de cosquilleo en su garganta que le decía que vomitaría en cualquier momento con solo mirar a su nueva vecina.

En su lugar miró a Itachi, su hermano mayor de diecisiete años, que estaba sentado frente a él mientras hablaba animadamente con el cuidador de la niña a su lado sobre cosas que no podía entender y que no parecían coincidir con el ritmo que marcaban sus labios.

Los cuatro se encontraban en el parque sentados en una mesa de picnic, haciendo una pausa de la cita de juegos que los dos mayores habían concertado para los dos más pequeños que ahora estaban merendando antes de que volvieran a jugar cada uno por su parte, como lo habían estado haciendo desde hace una hora atrás.

Ese día cuando ambas parejas se encontraron, Sasuke se había negado a soltar la pierna de Itachi, escondiendo su rostro en la tela del pantalón de su hermano para evitar mirar y soltando un golpe furioso en el muslo del mayor cuando lo escuchó reír junto a Kö –como aprendió se llamaba el hombre –luego de que Hinata –así se llamaba ella –les preguntara si le dolía la pancita.

Cuando Itachi y Kö los dejaron en el centro del parque de juegos para irse a sentar y observarlos desde la distancia, Sasuke había hecho todo lo posible para evitar mirar a Hinata, sintiéndose inexplicablemente molesto cuando ella dejó de intentar hablar con él sobre a que deberían jugar.

Pero ahora era difícil porque estaban sentados juntos y habían muchos ruidos interesantes que le llamaban la atención pero que no podía buscar de dónde venían, porque si lo hacía tendría que voltear hacia la dirección que estaba Hinata y sin duda la miraría.

No podía permitir eso.

Así que siguió comiendo sus galletitas de dinosaurios que había traído especialmente para esta ocasión, sintiendo su lengua seca después de meter un Pterodáctilo, un Estegosaurio y un Tiranosaurio Rex a su boca al mismo tiempo, por lo que buscó con una mano la caja de jugo de manzana que había dejado sobre la mesa, pero chilló con sorpresa cuando sus dedos chocaron contra otros tan pequeños como los de él, y antes de que pudiera si quiera pensarlo, volteó su cabeza y se congeló cuando su mirada quedó fija en los ojos claros de la niña.

Pasaron unos segundos en completo silencio, hasta que empezó a llorar.

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No le habló hasta que ambos tuvieron doce años.

Sinceramente no había sido su intención, las palabras que estaban rondando en su cabeza simplemente habían dejado su boca sin ninguna advertencia.

"Digimon es mejor que Pókemon"

Ella lo miró horrorizada, como si acabara de decirle el peor insulto que se le pudiera decir a una persona, apretando entre sus manos la correa del bolso cruzado en forma de Jigglypuff.

Él se mordió la lengua y al instante se dio la vuelta, separándose de la cerca de metal que separaba su casa del resto del mundo, empeñado a caminar de vuelta al interior de su casa y meter la cara en la primera cubeta con agua que pudiera encontrar, pero antes de que diera un tercer paso la escuchó hablar.

Abrázame y no me dejes caerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora