Conflictos y sorpresas

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Nota: En algunos capítulos viene temas que pueden ocurrir en el embarazo. Sólo para que lo tengas en cuenta. Fuera de eso, ¡Disfruta la lectura! :D

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La mañana llegó y el sol saludó burlonamente a Giyuu en la cara. La mujer gruñó al sentir su cabeza a punto de estallar y se alzó lentamente de la cama, frotó su rostro con ambas manos sintiendo dolor palpitante de cabeza. Se quedó viendo a la nada unos minutos en lo que procesaba quien era y que se supone que debería estar haciendo, parpadeó con dificultad para regresar a la realidad y se percató que su mano izquierda estaba recargada en algo cálido y suave pero al mismo tiempo firme y con algo de relieve.

Dirigió su mirada a dónde estaba su mano y le tomó un minuto completo analizar lo que su palma estaba tocando, sus ojos se abrieron y su boca tembló mientras se ruborizaba enormemente.

- ¡KYAAAAAAAAAAAAAAA!

El grito de la azabache provocó que algunas aves de la calle emprendieran el vuelo presurosas y de paso despertó de golpe al hombre a su lado, quien se incorporó espantado mientras ella retiraba su mano de su marcado abdomen.

- ¡Ugh! Mi cabeza... ¿Qué sucede?

- ¡K-Ky-Kyojuro! ¿Qué demonios estás haciendo aquí? – preguntó Tomioka para acto reflejo cubrirse con las sábanas.

Rengoku estaba cargando su cerebro para entender que estaba pasando y un gemido de queja desde el otro lado del rubio los dejó con nuevas preguntas en la cabeza.

- ¡Mierda! Giyuu... baja el volumen... Nunca alzas la voz ¿Por qué ahora?

- ¿¡S-SABITO!? ¿¡PERO QUÉ...!?

- ¡QUE NO GRITES! ¡CON UN DEMONIO, MUJER! – exclamó Sanemi cubriendo sus ojos del sol.

Giyuu volteó de golpe con la tercera voz y su cara era un volcán en plena erupción. ¿Pero qué carajo estaba pasando? ¿Por qué aquellos tres estaban en su habitación? ¡Y sin una sola prenda de ropa encima! ... Aguarden un minuto... Esta no era su habitación, era el cuarto de huéspedes en la casa de su hermana.

Alzó la cubierta de su cuerpo y se congeló al darse cuenta que su situación no era diferente, estaba tal y como sus padres la trajeron al mundo: desnuda.

- Me está matando la cabeza... - refunfuñó Sabito.

- Felicidades, se le llama pensar – contestó el joven de cabello blanco inmediatamente.

- Cállate, no estoy de humor para tus mamadas.

- Silencio ustedes dos, me retumba la cabeza cada que hablan – soltó Rengoku con un ojo fuertemente cerrado por el dolor.

Discutir en la mañana de un domingo después de haber estado de fiesta y con una resaca de esas que te dejan jurando a los cielos que nunca más volverás a embriagarte, no era ni de cerca la mejor manera de iniciar el día. Giyuu estuvo a punto de aventarlos a patadas a la calle, pero los recuerdos de lo que había pasado volvieron, todo claro como el agua hasta la parte en la que se pasaron de la cuenta en el potente de por si alcohol, después las cosas se volvían pantanosas, y confusas pero definitivamente lo que sucedió era evidente.

"Los caminos extravagantes de Uzui no son míos para recorrer." Pensó al contemplar con un agujero en el estómago el desastre que habían hecho ahí.

Parecía que una manada de elefantes había puesto todo patas para arriba, ni siquiera quería saber con qué fines habían utilizado el escritorio de la habitación para que quedara volcado lateralmente.

Nueve meses para conquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora