I. Florecer oscuro

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¿Cómo describir eso que pasó? ¿Cómo expresar cuán magnifica era ella? Simplemente no tengo palabras, pero debería, porque de lo contrario, nuestra historia juntas quedaría en el olvido, y no quiero, porque de verdad la quise

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¿Cómo describir eso que pasó? ¿Cómo expresar cuán magnifica era ella? Simplemente no tengo palabras, pero debería, porque de lo contrario, nuestra historia juntas quedaría en el olvido, y no quiero, porque de verdad la quise. Desde que la conocí, su belleza me cautivó y la mía causó en ella lo mismo; podría describirse como atracción a primera vista. La forma en que se expresaba, su amor infinito hacia las artes, su inteligencia y esa gran dedicación al enseñarme un montón de cosas, fueron detalles suficientes para que me enamorara. Caí rendida, a sus pies, sabiendo que el título de princesa era mío, y no de ella, pero ante mis ojos, ella era más que eso.

Siempre cuestioné el poder, porque la mayoría te alabarán por temor y otros te amarán con el fin de aprovecharse de ti. Jamás pensé de más el amor, porque no necesité hacerlo, con solo oír la voz de ella, sabía que existía, que era real en mi interior, sin importar que fuese inefable en mi vocabulario. Lo definiría como oler el aroma de una flor, apreciar los arreboles al atardecer o las estrellas durante una noche oscura, tocar u escuchar el sonido el arpa; así lo haría, porque así se sentía. Nadie te alababa por sentir amor, y eso era lo que me encantaba de estar aquí, fingiendo ser uno de ellos, y no siendo una de las herederas al trono en el inframundo.

Mi corazón ardía cuando decía u oía esa última palabra, y no porque fuese un lugar malo; puesto que el destino final de las almas, hubieran sido nobles o viles en vida, estaba allí. La razón de mi dolor era por cómo en el Olimpo se expresaban de allá abajo, cómo repudiaban los alrededores, y a mi padre Hades, a mi madre Perséfone, a mis hermanas y a mí.

Para mi suerte, cuento con la habilidad del engaño y, aunque nunca la había usado por honor, obediencia y respeto a mis progenitores, decidí hacerlo semanas atrás. Huí de allá abajo, ya que el canto de la diosa perfecta, Amapola, no salía de mi cabeza. No la había podido olvidar, no luego de verme atraída hacia su hermosura, en primavera, cuando mi madre visitaba a mi abuela. No obstante, en esa temporada, yo carecía de valentía para acercarme a Amapola, y esa fue la razón por la que engañé.

Creé una identidad falsa y, en el invierno, ascendí al Olimpo. Todo el que creía conocerme, no lo haría. Aunque mi nombre y mi físico fuese el mismo, la capacidad de mi engaño tenía un efecto fuerte en la mente de cada uno. Podía seducir, persuadir, manipular, conseguir lo que quisiese cuando lo quisiese; excepto a ella. No sé por qué, pero siempre que tuve la intención de usar mi habilidad con ella, me retracté, por qué no sé, había algo en el ser de ella. No quería tenerla por capricho, no quería usarla, después aburrirla y desecharla. Tenía mucho de eso allá abajo, y de algún modo, lo arrastré conmigo hasta aquí arriba cuando engañé a todos, cuando la engañé a ella.

La traicioné, y el día que un disco chocó con mi cráneo a causa de la diosa del viento, Amapola se sintió culpable por mi falsa muerte, y todos se dieron cuenta. Ella se dio cuenta: la flor, que hizo brotar de mi sangre al darme por muerta, pereció y la herida se curó, mi cuerpo se elevó y un estallido de luz oscura despertó la atención, liberando a cada uno de mi engaño; excepto a ella, porque nunca hubo tal clase de manipulación hacia su ser, pero no me creyó. Jamás quise que Amapola fuera algo fácil para mí, porque siempre tenía lo que quería sin esfuerzo, y ella de verdad me gustaba por cómo era. Opté por experimentar el esfuerzo y ganarme, justamente, su pasión y verdadero amor.

¿Y cómo no amarla?

En mi honor, ella hizo brotar una flor de mi sangre.

Así como hizo florecer el amor genuino en mi ser.

Así como hizo florecer el amor genuino en mi ser

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La flor de AmapolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora