CAPITULO 12.

48 14 0
                                    

–¿Pudiste conseguir el algodón?

–Sep.

–Hay que pagar.

–Voy, deja tomo unas gomitas.

–Tú y tus gomas.

–Tú y tus fresas.

–Touché.

Llegamos al mostrador y nos dimos cuenta de que faltaban algunas cosas por lo que Aitiana tubo que volver al pasillo y tomarlas. Una vez pagas salimos de la farmacia en busca de un lugar tranquilo donde sentarnos.

–¿Te curo yo a ti primero o al revés? – pregunto una vez estamos sentadas.

–Como quieras– dice indiferente.

–Aitiana, ya déjalo– le repito por onceava vez pero ella solo se encoge de hombros.

Inhalo profundamente para empezar a curar los rasguños que tiene Ana en sus brazos ya que pude impedir que se hiciera daño en el rostro, aunque en el proceso también salí arañada lo cual es la causa de la amargura de mi amiga.

–Cuidado que arde.

–No te muevas tanto entonces.

Al terminar de poner ungüento paso a llenarla de curitas lo que me hace reír por lo bajo, pero ella se da cuenta y me da un manotazo en la cabeza.

–¡Aush!

–Sigue burlándote.

Una vez ambas tenemos los brazos llenos de curitas de unicornio decidimos ir por las compras como habíamos quedado con mama Juliette.

–¿Crees que estos zapatos me combinen? – Aitiana trae puesta unas plataformas bastante altas, tanto que queda a mi altura.

–Busca algo más elegante.

–Pero si igual vamos hacer un pequeño picnic las dos nada más.

–¿Y?

–Eso te digo yo a ti.

–Pensándolo bien esta situación es triste.

–¿Qué seamos solo las dos? – asiento con una mueca de disgusto en el rostro– No es triste, es deprimente.

–¿Qué tal estas para mí? – le pregunto tomando unas sandalias normales.

–Pero eso ni tacón tiene– dice muy ofendida.

–Vos sabes que los tacones no son lo mío.

–Pero si te ves re bien en ellos.

–Pero bajos, tacones bajos.

–Aja.

Luego de una larga búsqueda de un par de tacones logramos ponernos de acuerdo y elegir los que más nos gustaron.

–Muero de hambre– chilla Ana una vez que salimos de la tienda de calzados.

–Vamos por hamburguesas.

–Mejor por pizza.

Por un momento nos quedamos viendo, sosteniéndonos la mirada, retándonos y como es de esperarse ninguna va a ceder, ambas lo sabemos, siempre llegamos a este punto cuando ninguna quiere ceder sobre algo, pero me distraigo por una silueta que veo por detrás del hombro de Aitiana y que se me hace familiar así que hago a un lado la riña que estaba teniendo y sigo con la mirada aquella espalda que se he visto antes.

–¿Qué ves? – dice chasqueando sus dedos muy cerca de mi cara. '

–Creí ver... –mejor no le doy tanta importancia–Olvídalo, me confundí.

ENTRELAZADAS  [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora