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—Ahora, ponte la ropa y lárgate de mi casa— finalizó desviando la mirada evitando ver esos ojos bicolores llenos de culpa y dolor y se recostó de espaldas a ella—Fue una gratificante noche de sexo señorita, ahora puede irse— volvió a decir con el tono formal que usaba cuando la vio por primera vez en ese lugar lleno de cigarro, alcohol y dinero y cerró sus ojos dando por terminada esa conversación. Ya no le importaba su ella decidía irse o quedarse, solo no quería verla, al menos hasta que las cosas en su propia mente se calmara.

La consideraba una zorra, él tenía bien presente que tenía pareja, que mael era su novio y aun así se estaba besuqueando con él, dándole sexo oral, permitiendo que su lengua se hundirá en su sexo y que cogieran. ¿Acaso esa mujer no tenía límite? ¿Acaso le gustaba verlo sufrir? Aunque no le gustaría hacerlo no pudo evitar sollozar un poco llenando el vacío silencioso.

No podía seguir ahí, elizabeth sólo tomó sus cosas con lentitud, con la verdad en su cabeza y un dolor en su pecho. Quizá debió decirle la verdad desde antes y terminar con eso en vez de que las cosas se dieran así.

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