CAPITULO 7

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Heron

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Heron

Desde que tengo uso de razón, en mi casa siempre se ha valorado mucho el tiempo con familia y amigos. Es por eso que no me sorprendo cuando, el miércoles por la mañana, recibo una llamada de mi madre para pasar la tarde en la casa familiar en la que crecí.

Tras confirmarle mi asistencia y una breve conversación cuelgo el teléfono y me recuesto en la silla de mi oficina soltando un suspiro de alivio y resignación a partes iguales. La falta de secretaria pone todo el peso del trabajo sobre mi espalda, por suerte no hay mucho acumulado ya que es bastante eficiente, no me puedo quejar con su trabajo, aunque peque de imprudente a cada nada.

El papeleo me mantiene ocupado toda la mañana y por suerte al medio día termino todos los pendientes que tenía. Al ser el dueño de todo no necesito darle explicaciones a nadie y puedo salir y entrar cuando me dé la gana así que doy por finalizado el día de trabajo recogiendo mis cosas y echando la llave a la oficina.

Como he salido antes de lo esperado decido acercarme al apartamento antes de ir a casa de mis padres para ducharme y ponerme algo más cómodo.

El agua tibia cae por mi cuerpo mojándome el cabello y cierro los ojos disfrutando los pocos minutos de relajación que me puedo permitir en la intimidad. Sin poder evitarlo se me vienen a la mente un par de ojos miel con pestañas largas y llenos de sentimientos reprimidos que luchan por salir.

Sinceramente no tengo ni idea de que tiene esa mujer que me hechiza y me vuelve loco ya que es la primera vez que me pasa algo así. Siempre he sido un hombre muy sexual pero los sentimientos y el apego con las mujeres que me he acostado nunca han sido un problema para mí.

Apuesto a que me tiene que haber echo alguna brujería porque no es normal que me sienta tan atraído hacia alguien que apenas conozco de una forma tan intima ya que no se trata únicamente de la atracción que siento hacia ella, hay algo más profundo que me incita a acercarme y me provoca conocer todo sobre su vida.

Salgo de la ducha atando la toalla en mis caderas y descalzo me dirijo al dormitorio donde encuentro lo que busco encima de la cama. Cojo el móvil con una mano y titubeo antes de decidirme por hacer algo muy poco habitual en mí pero que me nace en estos momentos, aunque no estoy seguro de que sea lo más correcto.

Marco el numero de la floristería a la que suelo contactar cunando necesito compensar a algún ligue o cuando le envió algún arreglo a mi madre, aunque en este caso el fin es muy distinto.

Ordeno un arreglo de tulipanes rojos y gladiolos rosas con borde blanco que suelen ser bastante comunes en mi tierra y que me recuerdan a los pocos años que viví allí. Mandando a escribir una pequeña dedicatoria e indicando expresamente que pongan un remitente anónimo le informo a la señora la dirección en la que se tiene que hacer la entrega.

Despejando la mente tras la breve llamada me dispongo a vestirme con unos vaqueros y una camiseta que se me ajusta al torso y termino de alistarme para ir a casa de mis padres a pasar la tarde.

Rendición [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora