Rendición [+18]

CAPITULO 9

Olivia

En el instante en el que puse un pie en la recepción mi vista cayó sobre el gran reloj minimalista que decoraba la amplia pared frente a la puerta corredera. Las 8:05.

Mierda. Cinco minutos tarde.

Lily, que caminaba a mi lado, ni siquiera se inmutó ya que venía distraída mirándose el maquillaje en un pequeño espejito que siempre llevaba con ella en el bolso. Por lo general era una persona más despreocupada que yo, aunque sin duda era responsable con su trabajo. Yo por el contrario era una maniática del orden y la puntualidad ya que siempre había tenido que esforzarme más que el resto para destacar así que no dudé en apresurarme al ascensor cruzando la barrera que nos separaba del exterior.

Lily llegó tranquilamente a mi lado, relajada y retocándose el labial rojo que llevaba el día de hoy justo a tiempo para entrar al ascensor.

—Chica ¿Cuál es el afán? Parece que estuvieses deseando llegar al trabajo.

—Por si no te has dado cuenta vamos tarde. No quiero que me echen la bronca por impuntual.

—Tu siempre tan exagerada, vamos bien. No te van a decir nada por cinco minutos, son los de cortesía—dijo mientras entrabamos al ascensor. —Además, mi jefe ha tenido que viajar hoy así que puedo llegar a la hora que quiera. —Se pavoneó, con una postura altiva de suficiencia.

Una leve carcajada escapó de mi boca a la vez que negaba con la cabeza.

Esta chica no tiene remedio.

—¿Y cómo es que no te ha llevado? Eres su secretaria. ¿No te necesita allí?

—Que va. Ha ido a hacer una visita rutinaria asique soy más útil aquí.

El departamento en el que trabajaba Lily se encontraba unos pisos más abajo del mío por lo que fue la primera de las dos en bajarse.

—Bueno nena, nos vemos a la hora de comer. Hoy no te libras de mí—dijo mientras comenzaba a caminar por el pasillo para luego desaparecer por una de las puertas laterales.

Yo por mi parte continué hasta mi piso en el que parecía no haber demasiado movimiento y un gran alivio me recorrió cuando me percaté de que no había nadie en la oficina de Heron.

Parece que no soy la única a la que se le han pegado las sábanas hoy.

Ya en mi escritorio tomé asiento y encendí el ordenador dejando mis pertenencias a un lado para comenzar a trabajar. Estiré el brazo para coger la Tablet que reposaba sobre el escritorio con intención de revisar que había en la agenda para ese día y fruncí el ceño al ver el post-it azul que había pegado sobre la pantalla.

No llegaré hasta después de la hora del almuerzo. Le he dejado las llaves de mi oficina en el cajón del escritorio. Entre al archivo de mi oficina y revise la propuesta del nuevo centro comercial que se quiere construir en el centro de Manhattan.