Capítulo 15. Soledad.

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¿Qué era exactamente la soledad? Una vieja amiga, un viejo enemigo, una tóxica relación entre la nada y mi persona…
Ciertamente me consolaba el constante riego del agua caliente sobre mi piel, como dulces caricias que alejaban todo el frío de mi. Agradecía haber podido tener la privacidad que este cuarto en particular brindaba, simplemente disfrutando del silencio con el que este me acompañaba, uno en el que podía sentirme dejar ir y simplemente olvidar por escasos segundos la realidad. Un pequeño paraíso.

Jamás había visto el baño que tenían, era realmente grande, la simple ducha triplicaba la que yo tenía en mi departamento; solo podía suponer que está era la única forma en que ellos podían caber en un espacio tan reducido como lo que representa una ducha. El cuarto, al igual que lo demás no era específicamente lujoso, es decir, el agua caía de una regadera improvisada con tubos, me recordaba a los baños viejos de los campus en los 80s. Un clásico color verde en las baldosas que lo tapizaban, no había muro que circuncidara el área de baño con todo lo demás. Una fuerte luz amarilla le daba un tono más cálido y del techo se extendía una rejilla por la cual el aire y el vapor se filtraban.

April me había hecho el favor de traer jabón y Shampoo, no que no hubiera, en realidad no quería simplemente usar el mismo, no segura de si eso era alguna falta de respeto o una necesidad entendible.

Recorría mi cuerpo con cuidado, enjabonándolo y cubriendo en espuma los moretones que recorrían mi piel, más de los que había pensado. Me dolía el cuerpo, se sentía entumecido y lento a cada cosa que buscaba hacer. Estaba cansada, muy cansada y había una sensación de culpa que aún carcomía mi mente.

No, no deseaba auto-compadecerme, eso simplemente me arruinaría más. Los burdos recuerdos de sus distantes miradas, la soledad que me había invadido al entrar a este oscuro y gigantesco baño creaban una mezcolanza que se derramaba por mis ojos en ahogados sollozos.

Cerré la llave llevando la toalla que me habían dado a recorrer mi cuerpo con delicadeza, una vieja y delgada toalla blanca de un hotel que decía “Mercado” en letras azules. La ropa me esperaba sobre una vieja silla de plástico en una esquina del baño, me aliviaba saber que la idea de traer un par de cambios al subterráneo me había resultado bien, por lo menos un pequeño punto a favor.

Deslicé mis calzones con cuidado sintiendo una pesadez y ardor impresionante. Ponerme el brasier había sido un show igual de complicado. El dolor que recorría mi cuerpo simplemente me hacía sentir más débil, más insignificante… y era molesto.
Al terminar de ponerme el short pesquero de mezclilla que me llegaba arriba de las rodillas, deslicé mi sudadera gris encima, rindiéndome con la camisa azul que había traído conmigo.

No quería salir, no quería verlos, yo sentía vergüenza… Mientras más lo pensaba más partes de mi cuerpo se inclinaban y cedían ante su propio peso, dejándome casi sobre el suelo.

El estruendoso golpe sobre la puerta me levantó de un golpe, tocaban.

-Ya sal ¿quieres? – era la voz de Raphael -Te vas a acabar el agua caliente- abrí la puerta, Rapha estaba empapado también, quizá había salido. Me miraba de pies a cabeza, sin decir nada, yo simplemente me aferraba a mis cosas mientras giraba ligeramente mi cabeza para no encontrar su mirada.

-Lo siento- respondí de forma monótona, no segura de porque había optado por esa actitud -Ya está libre- escasos segundos pasaron cuando él, moviéndose a un lado me dio el paso.

-Como sea…- entró al baño cerrando la puerta de golpe. Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero.

Seguí caminando hasta el cuarto donde me quedaba, casi rezando por no toparme con nadie, la oscuridad me recibió sin cuidado, haciéndome pegarme a la pared a mi lado hasta encontrar el interruptor de la luz.

(TMNT) Desde las sombras te protejo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora