Liebe caminaba por el ala norte a paso seguro. Llegaba tarde a su cita, pero no quería correr por miedo a llamar la atención. La mayoría de los criados estaban comiendo, así que a pesar de que lo hiciera no creía que nadie se diera cuenta. Pero era mejor prevenir que curar.
Cruzó las puertas que daban al jardín y puso un pequeño trapo en medio para que la puerta no se cerrara del todo y así poder volver más adelante sin necesidad de pasar por la puerta trasera. Poniéndose nerviosamente unos mechones rebeldes de pelo detrás de la oreja siguió por el caminillo de guijarros, y alisándose el vestido llegó a las puertas del establo.
En aquel momento no había nadie por allí. Como había sospechado todos los mozos habían ido a comer en aquel momento. Liebe se quedó donde estaba y esperó al chico que le había dado la nota.
Fue poco después cuando alguien le tapó los ojos con las manos. La chica puso las manos encima de las del chico, y no pudo evitar sonreír ante el contacto. El chico entonces acercó su boca a su oído, y le susurró lo siguiente:
- ¿Quién soy?
Liebe sonrió aún más.
- La verdad es que no tengo ni idea. Tal vez ese hermoso joven de ojos castaños y sonrisa fácil.
- Podría ser. – le susurro este, y retirando las manos le cogió de la cintura para darle la vuelta.
La joven miró aquellos ojos marrones que tanto le gustaban, y apoyó las dos manos en ambos lados del chico. Su rostro se veía iluminado por su mirada, y el pelo, puesto hacia atrás, le daba un aire sofisticado que a la chica le encantaba.
- Läch. – susurró a modo de saludo.
- Liebe. – respondió este asintiendo con la cabeza.
Ambos estuvieron un buen rato mirándose, y al final lentamente, disfrutando del momento, Liebe se fue acercando a él, mientras este sin poder borrar la sonrisa de su cara le acariciaba las diminutas pecas que inundaban sus pómulos. Sus labios entonces se rozaron levemente, y ella sin poder reprimirse ni un segundo más se puso de puntillas y presionó sus labios contra los suyos con más fuerza.
Al principio fue un beso suave, como si alguno de los dos se fuera a romper en cuanto se separaran. Primero con timidez y con gran osadía más tarde, las lenguas cruzaron la barrera de los diente y los dos se fundieron en un profundo beso.
Al final él rompió el beso, y Liebe apoyó el rostro en su pecho, aspirando el aroma a sudor que su camisa desprendía. Si hubiera sido el aroma de otra persona, se hubiera echado atrás, pero siendo el de él, le resultaba extrañamente embriagador.
- Ven, vamos. – le dijo el chico por fin.
Los dos cogidos de la mano se encaminaron hacia las reservas de heno, y allí encima de una manta que el chico había extendido sobre un sitio del lugar se tumbaron. Se pasaron gran parte de la hora que tenían charlando tranquilamente e intercambiando íntimos besos. Tras un agradable silencio, Läch miró hacia el techo del establo y respiró profundamente antes de hablar.
- Me gustaría poder escapar de aquí. – dijo cerrando los ojos.
- A mí también me gustaría. – dijo esta después de un corto silencio.
- Podríamos coger un caballo y huir de aquí. Cabalgar hasta el amanecer, lejos de las estrictas reglas de Madame. – respondió el chico apoyando la cabeza sobre una mano y mirándola fijamente.
Liebe rio ante la sugerencia del chico.
- También podríamos robar un carruaje, ¿no?
- Lo digo en serio, Liebe.
- Oh, vamos. No llegaríamos ni a salir de la ciudad. Sabe perfectamente que Madame la controla casi toda.
- Si lo hiciéramos de noche no tendría por qué enterarse hasta el amanecer.
- Madame se encarga de cerrar la puerta de nuestras habitaciones con llave justamente para eso, Läch.
- Podríamos ocultarnos en el palacio mientras eso sucede.
- Geor se encarga de inspeccionar todas las estancias. Es la mano derecha de La señora, nos incriminaría.
- ¡Tiene que haber alguna forma, Liebe! – respondió el chico apretando la mandíbula con fuerza.
- No, no la hay. – dijo Liebe acariciando con cariño la mano del chico.
- Pero… Tiene que haber alguna forma, Liebe. No podemos quedarnos aquí toda la vida, ocultándonos de todos, intercambiando unas pocas horas cada semana. – el chico cerró los ojos con fuerza. - Quiero pasar los días enteros atrapado entre sus besos. – susurró al final.
Liebe sintió cómo su corazón se derretía.
- ¿De verdad cree que yo no deseo eso? ¿Acaso se cree que para mí es fácil ocultar ante todos mis sentimientos hacia vos?
- Entonces vayámonos, por favor. Marchémonos de aquí.
Liebe se mordió el labio inferior repentinamente conmocionada. No podía decirle la verdad. No si le seguía mirando con aquellos suplicantes ojos, como si escuchar de nuevo que estaban condenados a vivir en la miseria sirviendo a La señora le hubiera condenado a una constante pena.
- Algún día nos marcharemos de aquí. Juntos. – respondió por fin. Y mientras internamente pensaba que aquello nunca sucedería se inclinó para besarle.
Siguieron así un rato más, tentando a la suerte, irrumpiendo sus besos precipitadamente creyendo que ya volvían los mozos de escuadra de comer. Pero al final llegó la hora de despedirse, e intercambiando un delicado beso se despidieron para seguir cada uno con sus tareas.
Liebe se encaminó por los majestuosos pasillos, haciéndose un moño para que no se viera a primera vista que alguien había estado acariciándolo. Fue mientras se ceñía el peinado con un deshilachado trozo de tela cuando Geor se cruzó con ella.
- ¡Liebe! – le gritó mientras este se acercaba el con la cara contraída en una mueca de furia.
- Buenas tardes, Geor. – le dijo haciéndole una pequeña reverencia.
- Ahora no me venga con floreos, Liebe. Sabe perfectamente que su comportamiento de antes ha sido completamente inapropiado.
- Lo siento, señor. – le dijo la joven agachando la cabeza avergonzada.
- Al menos espero que tenga alguna excusa, señorita.
- Andaba con bastante prisa, y sabe que a la señora no le gusta esperar.
Geor suspiró sonoramente, y pellizcándose el puente de la nariz la miró.
- Que no se vuelva a repetir.
Y dicho esto se fue con paso seguro. Liebe continuó su camino, dirigiéndose a los aposentos de La señora. Llamó suavemente, y entró para preparar a la mujer para la siesta. Sabía que había actuado mal con Geor, pero aún se encontraba irrealmente feliz debido a los besos de Läch.
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Historias olvidadas
Historia CortaEl palacio de la familia Geschichte lleva muchos años en la ciudad, siglos quizás. Bajo su techo se han hospedado todo tipo de personas: desde algunas muy importantes como el rey hasta simples plebeyos que se encargaban de la limpieza de la casa. Y...