Antologías propias.

piedra

Estoy viendo eterno el camino del autoconocimiento. De repente me encuentro estudiando a alguien que ya no soy. Las ideas y conclusiones que brotan de una somera investigación, son un viso tartamudo del pasado, que al observarlo detenidamente se convierte en cómico suceso.
Es que ya no soy él ¿Cómo explicarlo? Hesse podría tener razón, estamos constituidos de varias partes y cada parte representa una persona de este mundo. Compartimos una sola alma entre todos, sé bien que antes de Hesse, el budismo lo había propuesto. Entonces ¿A qué voz se debe seguir? ¿A qué sujeto se debe estudiar? Yo soy uno en el día y otro en la noche. Ayer pude llorar a cantaros y hoy puedo reír hasta que tuercen mis pulmones.
Complejo, así como observar un átomo e intentar decifra su naturaleza. Ahora, el hecho de que nuestro cerebro intenté interpretar nuestro cerebro, se convierte en una lastímera paradoja. Llegaré a ningún lado, porque las preguntas se multiplican, y las respuestas corren despavoridas, la verdad me huye, las correteo, me canso, he de parar unos días, una quincena, medio año, con el fin de sentirme descansado y tranquilo, sin embargo vuelve a mi esa ansiedad de saber lo que no sé, de entender que no entiendo. Muchos llenan esos vacíos con Dios o con las drogas, con amores falsos, con arte, con placeres y yo dudo de que a mí algo me soluciones ese basto hueco que se devora la masa interna de mi espíritu.
No acaté algún guía, mi terquedad no lo permite. Siempre me doy la razón, la cual cómo todo humano, reproduce fallas e intento cambiar. Se vuelve un complot contra mi que, al querer cambiar mi piel, ésta ya ha cambiado de color, así que estos errores son irresolibles, porque si los desbarato, se han creado en mi otros nuevos de los que desconozco sus raíces. Vuelvo a empezar, meto mis manos a la tierra, a tientas, rompiéndome los nudillos y resecando lo cutáneo, cuando agarro las raíces de mis errores estoy cansado y sangrado, descanso, soy otro y repito las temible travesía de terminar de partirle las manos. Creo que eso me hace más fuerte, a tal punto que en cualquier momento me convierto en una piedra.