Encierro

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—Será mejor que me sueltes, te aseguro que no vendrá nadie.

Shigaraki estaba escuchándome al otro lado de la puerta pero no parecía importarle. Solo se limitaba a observarme a través de la barras metálicas de la parte superior del portón que le permitían verme a nivel de sus ojos.

Cuando llegamos, bajaron la guardia al no estar al tanto de mi don y Shigaraki comenzó a enloquecer al rememorar los sucesos que lo hacían sentir más triste, provocándole un sudor frío y soltándome mientras arqueaba la espalda ordenando a otros que me encerraran. Dabi y Toga se alejaron al hacer muecas de dolor y evitar soltar gritos de desesperación al estar más próximos a mi. Twice por su lado, desapareció. El único en hacerse cargo fue Kurogiri, que sorpresivamente no notaba ninguna señal de que le hubiera afectado la activación de mi don teletransportándome al cuarto donde actualmente estoy, sin oponer resistencia.

—Les explicaré mi don. Puedo hacer sentir lo que yo quiera, justo como un difusor de aromas, solo que con los sentidos. ¿El radio de influencia? No tengo ni la mínima idea, aunque puede expandirse o disminuir dependiendo de mi estado de ánimo. Si me siento de la misma manera que el sentido y lo propago, la reacción de quiénes están dentro del radio es más intensa, así que prácticamente no pueden acercarse a mi.

Shigaraki guarda silencio por un momento. Es obvio que no le conviene dejarme aquí dentro. Perdía su tiempo con alguien que no le iba a ser de utilidad como un nuevo integrante de la liga de villanos y peor aún, que no podía controlar porque no podía tocarme para obligarme a hacer lo que él quisiese. El chirrido del sonido de la puerta del cuarto me sorprende y se abre permitiendo que ingrese al interior dejándola completamente abierta causando que me ciegue la cálida luz que ahora entra más directa a diferencia de cómo se apreciaba a través de la rejilla.

—Te digo que no te acerques o activaré mi do-

—Hazlo.—responde— o mejor, lárgate.

—¿Q-qué?

—Lo que escuchaste— dice arrodillándose frente a mi escondiendo sus manos en sus bolsillos de su sudadera— Haz lo que quieras, yo también estoy harto ¿sabes? Pero dudo que tengas un lugar a donde ir, ¿me equivoco?

Tenía razón. No tenía un lugar al que volver ahora mismo. Mi padre después de todo no era mi padre y podría estar sintiendo vergüenza en estos momentos al haber perdido el control y haberme dejado atrapar así. Pero era mejor así. Una carga menos de que encargarse. Yo no puedo cumplir con sus expectativas. Ni las de él, ni las de la gente. Jamás volví a salir en primera plana en los medios con mi propio nombre, siempre fui "la hija de All might". No me incomodaba antes pero ahora sí. Pesa...y mucho. Y duele, duele no poder ser suficiente.

Así que tal vez, solo tal vez si lograba salir de esta o me involucraba con estas personas: villanos, podía a lo mejor ser de utilidad, aunque eso se malinterpretara y pensaran que ahora soy una de ellos.

—¿Y? ¿Cuál será tu decisión, princesa?

Sus ojos rojos lucían inexpresivos pero por algún motivo percibía soledad en ellos. Algo que había aprendido luego de tantas veces hacer uso de mi quirk era a distinguir las sensaciones en base a los gestos y movimientos del cuerpo. ¿Donde los había visto antes?. Al tratar de recordar la cabeza me duele muy fuerte y flashbacks de un día gris surgen en mi mente.

Lluvia.

Una densa Lluvia.

Un callejón.

Un niño sentado en el callejón.

Un niño con frío.

Mucho frío.

Las lagrimas salen solas y no sé porqué.

Quiero consolarlo. Quiero...abrazarlo.

Mi mano de forma involuntaria se mueve en su dirección y toca su mejilla. Él reacciona unos segundos más tarde y se echa para atrás apoyándose en sus codos para no caer de espaldas.

—¡¡¿QUÉ CREES QUE ESTÁS HACIENDO?!!

No me doy por vencida y me acerco nuevamente hasta estar sobre él y volverlo a tocar. Su piel es áspera y esa mirada de terror me genera un dolor en el corazón. Luce tal y como un niño asustado. Acaso, ¿también lucía así el día que me aterró quedarme sola cuando ellos murieron? Mis padres era lo único que tenía y de la noche a la mañana no tenía a nadie. All might me tendió la mano pero, ¿quién se la tendió a él?. ¿Porqué él es así?. ¿Porqué lucía tan asustado?. ¿Es porque nadie lo podía tocar?. Lo que sabía de él era por las noticias. Siempre el terror lo generaba él pero nadie podía sacar un buen ángulo de su rostro en persona. Siempre estaba cubierto de esas manos por todo su cuerpo. A lo mejor si lo averiguaba, podía acabar con este sistema, en el que se miraba con desdén a quién no tenía un buen don y se hacía un mal empleo de quienes si lo tenían.

Shigaraki me sostuvo de los hombros y rodó hasta quedar sobre mi. Envolvió mi cuello con ambas manos y apretó ligeramente en señal de amenaza. Apretó su mandíbula muy fuerte dejando al descubierto parte de su dentadura al tener entreabierto sus labios. Lucía furioso, sin embargo, no tenía miedo. No tenía nada qué perder.

— Vuelves a tocarme y te hago polvo. ¿Entiendes?

— Hazlo.

—¿Estás loca?

— No lo harás. No me harás nada. Me necesitas, ¿verdad?

Sus dedos comienzan a apretar mi cuello y él aprieta aún más los dientes provocándome con la mirada a entrar en desesperación pero no lo hago. Trato de mantenerme serena mientras siento como el aire comienza a escasearse en mi organismo. Mis manos temblorosas se posan sobre las suyas y las acarician sin despegar mis ojos de los suyos que lucían aún más rojos e imponentes rodeados de esas oscuras arrugas que acentuaban su pálido rostro del que derramó un par de lagrimas que cayeron sobre mis mejillas.

—¿Shigaraki?—una voz gruesa y ronca preguntó desde lejos

Era Dabi.

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