✔️ Capítulo 1: Ella era mi niña.

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'El colmo de la infelicidad es temer algo, cuando ya nada se espera.' —Séneca

He custodiado en mi corazón y mente más de ocho años de dolor y como todos supongo que sonreímos con hipocresía guardando por nuestros adentros los sufrimientos negativos que nos atormentan con el único objetivo de proteger a las personas que más queremos.

Desde que tengo memoria, me he encerrado en una burbuja de dolor que me ha consumido en el silencio de cada noche donde la pena y la inseguridad misma me abraza. Lo peor de todo es que, siempre hay luz en la oscuridad y me he negaba a darme cuenta de ello. Simplemente callaba ese dolor y sólo creí que seguir guardando aquello que me duele era algo bueno porque pensaba que así era la vida, pero no es así. A veces tenemos que armarnos de valor para hablar sobre nuestro dolor y hasta de nuestros oscuros pasados o secretos porque está bien que algunas veces dejemos que nos extiendan la mano para salvar nuestro corazón del dolor. 

—¿Se puede? —abrí la puerta sin tocar.

—Sí. Por supuesto que sí. —con una gran sonrisa Tadeo me ha dejado invadir su espacio. —¿Qué tal todo, eh? —él me dio la espalda para seguir arreglando por tamaño los libros en el pequeño estante.

—Supongo que —hice una leve pausa y respiré profundo. —Tadeo necesito tu ayuda —dije de un tiro dejando a un lado mi orgullo y él se giró rápidamente.

Me miró sorprendido.

—Huh! —dejó a un lado los libros y caminó hacia mí, su expresión de sorpresa continuaba apropiándose de su rostro, él se ha puesto frente a mí y se cruza de brazo. —¿Ayuda? me sorprende mucho escuchar eso de ti. Creí que pedir ayuda para ti significaba debilidad.

—Bueno, una vez me dijiste que todos necesitamos ayuda aunque dígamos que no la necesitamos —dije algo nerviosa.

—Así es —su expresión de sorpresa cambió por una más afable, él me sonrió. —Dime, ¿Cómo quieres que te ayude, como amigo o psicólogo? —preguntó con empatía.

—¿Me siento o me acuesto en el diván? —le pregunté dando referencia que lo necesito como psicólogo.

—Como te sientas más cómoda.

Caminé hacia el diván, me senté para luego acostarme. Tadeo tomó su libreta y su plumón, y se acomodó en el sillón que estaba frente a mí. Mis manos comenzaron a sudar y sentía un leve cosquilleo en mi panza, no sabía cómo empezar. Tengo la necesidad de contarle lo que me ha estado atormentando, pero hay un nudo en la garganta que no me deja y es que tengo miedo de que Tadeo no me vaya a comprender y me juzgue porque lo que estaba a punto de decirle iba a cambiarlo todo entre él y yo, estoy segura. Tragué grueso y por un momento estuve a punto de levantarme del diván e irme.

—Cami, no me veas como psicólogo —en una pequeña mesa él puso su libreta y plumón. —Veme como siempre... como un amigo —tomó mis manos. —Yo no estoy aquí ni para juzgarte ni despreciarte, tú y yo hemos sido amigos desde hace un tiempo y me gustaría que lo que me tengas que contar me lo digas con libertad y sin temor. 

Sus palabras por un momento calmaron mi pequeña inseguridad, cerré mis ojos y con calma poco a poco comencé a contarle.

°|°|°| 

Recuerdo que era una chica tonta, estúpida, burra, anormal y una basura, bueno, eso es lo que me decía mi madre cada vez que hacía algo bien o mal. Me lo decía cada vez que lavaba un plato y este se ha caído al suelo, me lo decía cada vez que al limpiar la casa me tropezaba y botaba algo, me lo decía cada vez que me miraba leyendo un libro, me lo decía cada vez que me duchaba para andar presentable, me lo decía... Y llegué a creerlo.

Mateo (Completa ✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora