✔️Capítulo 5: Su aroma y su suave piel

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Patricia Soto.
°|°|°| Tres meses antes del secuestro °|°|°|

Cómo puedo explicar el dolor que siento al ver que esa mujer, la que dice ser la mamá de Mateo este siendo parte importante de mi hijo. Verla abrazando a mi pequeño me causaba mucho celo, tendría que ser yo quien debería estar pasando su vida con él, tendría que ser yo la que lo cuide y lo ame, pero no. Una presión en mi pecho se hace presente cuando el recuerdo de ese día comienza a calar mi mente, el recuerdo amargo que me ha estado mortificando desde hace mucho tiempo atrás... desde la vez que ella me lo quitó. Mis lágrimas comenzaban a brotar a causa del dolor profundo que sentía mi corazón al palpar la angustia que me provocaba al no hacer algo para que mi hijo vuelva a mis brazos, pero estoy segura que no será por mucho tiempo.

Desde que volví a esta ciudad, me he convertido en una leona que acecha a su presa. Durante un tiempo he estado siguiendo cada movimiento que esa mujer y su amigo hacen. Por mucho tiempo he tenido que ver desde la sombra a mi hijo... ver lo que hace o como cada día crece. Verlo a él, me da la seguridad y la valentía que necesito para ejecutar mi plan, porque de algo que estoy segura es que, haré hasta lo imposible para tener a mi hijo de nuevo. Hasta el momento lo único que sé de mi enemiga es que, se llama Camila Vidal, tiene aproximadamente veintitrés años, trabaja de administradora en una empresa de lácteos y comparte el alquiler con Tadeo Moccia, su amigo. Su limite económico le da la estabilidad correspondiente a mi hijo, pero no la suficiente como yo le podría dar. 

Mi celular comenzó a sonar, miré la pantalla y era Wembley, el investigador privado que mi esposo y yo hemos estado pagando para que nos informe sobre mi hijo. Dejo que el celular suene por un momento, levanto mi mirada y veo que Camila viene tomada de la mano de mi pequeño, ellos caminan tan felices. No puedo quitar mi mirada de la cara de mi pequeño, verlo sonreír me provoca nostalgia y una última lágrima roda por mi rostro. Salgo de mi escondite y camino hacia ellos, mis pies se movían por ordenes de mi corazón, mi mente estaba en blanco no sabía qué estaba haciendo... la primer idea que se me vine es enfrentarla, pero no puedo hacerlo en frente de mi pequeño. Seguí caminando y a medida que me acercaba más a ellos mi corazón palpitaba con mucha rapidez, hasta que, sentí el roce cercano de mi hijo. Él pasó tan cerca de mí que pude sentir su aroma y su suave piel, la adrenalina bajo a cero y sentí como me iba a descompensar. Detuve mis pasos y giré sobre mis talones, poco a poco ellos se alejaban. Con mi vista nublada veo por última vez a mi pequeño, William se ha acercado y me tomó del brazo. Lo miré anonadada y él con pánico soltó un suspiro al ver a lo lejos a nuestro pequeño.

—Era él —murmuró con la voz quebrándose de melancolía.

—Sí —murmuré con alegría nostálgica.

Ambos lo vimos irse de la mano de Camila, él se veía tan vivaz... sus cachetes estaban ruborizados de amor y felicidad. No tenía ni un sólo rastro de preocupación o de alguna angustia, él se miraba tan contento de ir de la mano de su supuesta mamá. El aroma y su leve roce quedaron grabados en mi alma dejando claro que este iba a hacer el primer momento que iba a estar a un roce de él, sólo por esta vez.

°|°|°| Un meses antes del secuestro °|°|°|

La tortura de saber que estoy tan cerca y a la misma vez lejos de mi pequeño me consume cada día. Durante este tiempo las horas se han vuelto eternas, he tenido que seguir viendo a mi hijo desde las sombras y los únicos momentos en los que he podido estar cerca de él, es cuando camina por el parque tomado de la mano de Camila y pasa cerca de mí. Esos pequeños momentos se vuelven alegría y suplicio... alegría de que puedo con un sólo toque estar cerca de él y un suplicio de no poder abrazarlo y decirle que lo amo.

Enciendo mi celular para mirar la hora, a penas eran las siete de la noche a penas han pasado trece minutos desde la última vez que miré el reloj, estos días se han vuelto más insufribles para mí. Aunque, las noches ya no eran tan oscuras como antes, desde aquella vez que sentí su aroma y su roce, las noches se alumbraron con un poco de esperanza... esperanza de que, muy pronto iba a estar con mi hijo. La sola idea de que él este en mis brazos me hace muy feliz. «Muy pronto estaremos juntos, de nuevo» murmuré mientras sostenía la foto de mi pequeño. 

Mateo (Completa ✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora